Aunque el tema del ‘basurero de la ropa’ se volvió viral a inicios de 2022, la problemática del ‘fast fashion’, la contaminación de la industria de la moda y las implicaciones para el medioambiente son temas que preocupan desde hace muchos años.
En la primera semana de enero se hizo viral una investigación del periodista argentino Jason Mayne del canal Todo Noticias, quien volvió a poner sobre la mesa la problemática que afronta el desierto de Atacama en Chile que alberga cerca de 100.000 toneladas de ropa.
De acuerdo con un informe de la AFP, Chile es el primer consumidor de ropa en América Latina y también el primer importador de la región de prendas de segunda mano desde Asia, Europa, Estados Unidos y Canadá.
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Unas 59.000 toneladas de ropa llegan cada año al puerto de Iquique, al norte del país suramericano. De este total, cerca de 39.000 terminan en los vertederos, muchas de ellas con etiquetas y completamente nuevas, pues nunca llegaron a ser vendidas.
Las fotos de la investigación fueron publicadas por Jason Mayne en su cuenta de Twitter, donde además de obtener más de 100.000 ‘me gusta’ se amplió la discusión sobre el fast fashion y sus fuertes afectaciones al medioambiente.
Desierto de Atacama, el ‘basurero de la ropa’
El informe publicado en Todo Noticias expuso de nuevo una problemática que ya había revelado la Deutsche Welle, EuroNews, la AFP y otros medios internacionales que han buscado alguna solución para este vertedero. Pero, ¿cómo pasó de ser un simple desierto, a ser el segundo ‘basurero de ropa’ más grande del mundo?
Iquique es el principal puerto de acceso del textil no solo de Chile, sino también de América Latina. De acuerdo con la Universidad de Chile, este país es una de las pocas naciones que acepta el ingreso de ropa usada, “ya que por razones sanitarias o por protección a la producción textil nacional, no está permitido en otros países del continente”.
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Unas 59.000 toneladas de ropa llegan cada año a este puerto ubicado en la zona franca de Alto Hospicio en el norte de Chile. Según el informe de la AFP, los comerciantes de ropa de la capital Santiago (1.800 kilómetros al sur) compran algo de esta mercancía, mientras que gran parte se pasa de contrabando a otros países latinoamericanos y el sobrante de estas prendas termina literalmente en la basura. “Al menos 39.000 toneladas que no se pueden vender acaban en basureros como el desierto de Atacama”.
Aunque se desconoce desde cuándo empezaron a crearse montañas de ropa sobre la arena del desierto, hay algunas personas que han estudiado este fenómeno y elaboraron la cadena en la que se mueve la industria.
Uno de ellos es Franklin Zepeda, fundador de Ecofibra, una empresa que ha hecho del residuo textil su materia prima, quien explicó que después de que las personas seleccionan la ropa en la zona franca (por donde ingresa la mercancía) dejan de lado la merma, que “es la que no se puede vender porque está rota o sucia, o porque es muy grande”, dijo a Todo Noticias.
El emprendedor también señaló que la ropa no puede llegar a vertederos legales porque no permiten la compactación del suelo, por lo que la queman o se deja en estos vertederos ilegales: cerros de ropa que se han ido acumulando en el desierto de Atacama.
El error ya está hecho. Sin embargo, cada vez son más las personas que se suman a la compra de ropa de segunda mano, a las campañas de trueque o a la elaboración de nuevas piezas con las prendas como materia prima. Ganarle a la industria del fast fashion es un trabajo diario que depende, entre otras cosas, de las formas de consumo de los ciudadanos del mundo.