La Administración de Joe Biden ha decidido retirar a la extinta guerrilla colombiana de las FARC ( Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) de la lista de grupos terroristas extranjeros, según avanzó The Wall Street Journal citando fuentes legislativas, en una medida con la que pretende dar un espaldarazo al acuerdo de paz entre el grupo armado y el Gobierno de José Manuel Santos, del que este miércoles se cumplen cinco años. El histórico pacto, tras 52 años de conflicto, salió adelante con escaso apoyo popular (fue rechazado en el plebiscito) y se ha ido desarrollando con dificultades.
El fin de la designación como grupo terrorista es algo más que una declaración de intenciones, tiene efectos prácticos como que permite al Gobierno estadounidense financiar programas en los que los antiguos guerrilleros participan. Los líderes del grupo ya habían solicitado esta exclusión desde el mismo momento de la firma de paz, pero para la Administración de Barack Obama resultaba prematuro y para la de Donald Trump una decisión así no tenía visos de prosperar: el republicano había mostrado su apoyo a Álvaro Uribe, azote del acuerdo y del Gobierno de Santos.
La noticia, confirmada por fuentes del Departamento de Estado y del Congreso a Reuters, puede alentar las críticas republicanas al mandatario demócrata, que ha mantenido la política de línea dura de Trump en asuntos como Venezuela y Cuba pero, aún así, recibe acusaciones de simpatizar con los regímenes socialistas.
El aumento de la violencia ha puesto en entredicho la implementación del acuerdo de paz firmado en 2016. Según el último informe del Instituto Kroc, encargado de evaluar la puesta en marcha de ese marco, a finales de 2020 solo había cristalizado el 28% de los 578 puntos del acuerdo. La guerrilla sí se desmovilizó, entregó las armas y se convirtió en un partido político, lo que avala la decisión de la Administración de Joe Biden, y nacieron instituciones como la Jurisdicción Especial de Paz (JEP), un mecanismo que juzga los crímenes del conflicto, pero grupos de disidentes de la guerrilla y del Ejército de Liberación Nacional, (ELN) han ganado terreno en los últimos años y suponen un nuevo desafío para la seguridad.
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