Decir Campeche es decir PRI. Nunca ha gobernado otro color en este pequeño Estado, que no alcanza el millón de habitantes. La novedad estos días es que no se sabe si seguirá gobernando, porque las encuestas señalan prácticamente un empate entre los tres candidatos en liza con posibilidades. Que el partido antaño revolucionario y siempre institucional pierda esta plaza no supone solo un cambio histórico en los comicios de Campeche, será también una dura prueba para el líder nacional de este partido, Alejandro Moreno Cárdenas, Alito, quien no habrá podido conservar para el tricolor la tierra que lo vio nacer y eso no es una buena carta de presentación para competir por la presidencia de México, para la que ya lo han destapado. Alito dejó la gubernatura de Campeche para concentrarse en la dirigencia federal del PRI y ahora es su sobrino, Christian Castro Bello, el candidato que tiene sobre su cabeza el peso de esa responsabilidad.
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Es domingo y el calor húmedo es insoportable antes de las 10 de la mañana, cuando está previsto el cierre de campaña de Castro Bello, a quienes sus adversarios le llaman con malicia Minialito o, simplemente, El Sobrino. Los asistentes arrastran las sillas dispuestas frente al escenario hasta lugares de sombra y los músicos amenizan la espera del candidato. “¿Quién va a ganar?”, gritan los micrófonos. “Christian”, corea el público vestido de rojo. Christian llega al estadio de San Francisco de Campeche, la capital, con su camisa blanca llena de marcas políticas, como si perteneciera a una escudería de Fórmula 1. Saluda a diestra y siniestra. Le flanquea su tío Alito y otros candidatos locales del PRI a estas elecciones intermedias. A pesar del sol, el mitin está animado y una legión de militantes reparte banderas y agua en abundancia.
La militancia es una de las claves para no dar por moribundo a un partido que tuvo su mayor descalabro electoral en 2018, cuando Morena se hizo con la presidencia del país. Hay PRI. Con Campeche o sin él, con Alito o sin él, el repunte del partido en esta convocatoria, por pequeño que sea, indica que en México el tricolor tiene todavía mucho que decir. Las expectativas de voto le otorgan el segundo puesto en la Cámara nacional, por encima del PAN y solo por detrás de Morena, que perdería la mayoría absoluta de que dispone en la actualidad. “Los partidos de mayor tradición, con una fuerte estructura orgánica y una sólida base militante sobreviven. El PRI goza de todo eso”, dice Rogelio Hernández, investigador del Colegio de México. Doctor en Ciencias Políticas, Hernández opina que esos son factores suficientes, a pesar de que el partido adolezca de liderazgo y de un andamiaje ideológico federal. “Su situación no es tan mala si se compara con el resto de los partidos”, añade.
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Campeche es un buen ejemplo para medir su fuerza. Con la campaña electoral ya cerrada, las urnas depararán una sorpresa. Si Christian tiene tío, la actual candidata de Morena, Layda Sansores, tuvo padre, también gobernador del Estado y dirigente nacional del PRI, Carlos Sansores, El Negro. Las oligarquías políticas son comunes en todo México. El tercero en disputa es Eliseo Fernández, quien dejó la presidencia municipal de la capital para aspirar a la gubernatura y al que la calle y sus adversarios le acusan de intereses económicos poco transparentes con empresarios de Yucatán. Quién será el elegido solo se sabrá el 6 de junio. La pelea está muy cerrada.
A favor del priista juegan las décadas de mandato en el Estado. El voto por tradición. María José Gómez es una buena muestra de ello. ¿Qué le gusta del PRI, por qué asiste a este mitin, qué le ofrece la formación tricolor? “Bueno, mi padre era priista y mi abuelo también. Me gusta seguir la costumbre de mis antepasados”. Delante de ella, pasando mucho calor, otro seguidor lleva escrito en su playera: “Mantengamos el rumbo”.
El rumbo a veces es la necesidad de no perder un trabajo. Campeche vive de la construcción, el campo y la gran petrolera estatal, Pemex. “Hay muy poca industria, apenas pequeñas y medianas empresas y son muchos los ciudadanos que trabajan para el Gobierno, en puestos estatales. Eso representa un alto porcentaje de voto condicionado”, dice Aida Soberanis, que forma parte del grupo que analiza este proceso electoral en la Universidad de las Américas, en Puebla. Soberanis está a punto de terminar su licenciatura en Relaciones Internacionales y es campechana. A su formación política suma su experiencia como ciudadana del Estado. “La compra de votos y de credenciales (militancia) sigue siendo un hecho. He visto esas ofertas en mi propia casa”, asegura. El PRI, analiza Soberanis, “ha tenido en Campeche gobiernos exitosos y otros no tanto, pero entre la gente hay ya cierto hartazgo, por eso estos comicios se presentan por primera vez tan divididos”.
La clave puede ser generacional. Los más jóvenes han nacido y crecido bajo la omnipresencia del mismo partido, y esa población “es ahora más abierta y más crítica”, asegura Soberanis. Los mayores siguen siendo esa población más conservadora y católica que auguran las cerradas murallas que rodean la capital. Y aunque el PRI se atreve a poner el mitin a una hora solapada con la misa del domingo, el candidato se despide con el clásico. “¡Que Dios los bendiga, Dios bendiga a Campeche!”.
Que la clave del cambio, si la hubiera, estará en los jóvenes lo corrobora José Alberto Abud Flores, que fue rector de la Universidad de Campeche. Pero también cree que hay familias enteras que siguen manifestándose en público como priistas, pero en privado están cansadas y buscarán un viraje. “El PRI sentó sus reales hace décadas en el Estado y ha cometido muchos atropellos con la ciudadanía, reclutando a mucha gente en los tres niveles de gobierno”, afirma.
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A pesar de eso, también sabe que la sociedad campechana es conservadora, que “sospecha y rechaza políticas más acordes con el momento mundial, por ejemplo, respecto al aborto, el feminismo o diferencias sexuales. La Iglesia ha sido una mancuerna con el poder para mantener a las familias pegadas al poder”, afirma Abud Flores, que en la actualidad es profesor de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. “La ciudadanía no solo rechaza feminismos o diversidades sexuales. Rechazan la otredad. A todo aquel que viene de fuera lo ven amenazante”. Por tanto, el profesor se apunta a la teoría de la muralla y los fuertes que rodean la ciudad como símbolo de introspección.
Si un extraterrestre aterrizara en un mitin del PRI no sabría si está ante un partido de derechas o de izquierdas. La Fuerza Roja, como se hacen llamar, lanza consignas que valen para cualquiera: por las mujeres, los jóvenes, los del campo, la población indígena, el trabajo, el seguro social. Lo mismo repiten los otros partidos. Las elecciones las ganan ahora los que implantan en el ideario colectivo una proclama exitosa, un mensaje corto y efectivo. “No les voy a fallar”, dice, por ejemplo, Christian Castro Bello. Mientras desde Morena venden un “cambio verdadero” y en Movimiento Ciudadano ofrecen el “cambio total”.
¿Va a haber cambio en Campeche? Si el PRI se mantiene o pierde su baluarte está por saberse, pero el candidato se muestra como la renovación del partido. En sus mítines pareciera que el PRI no gobierna, sino que es una fuerza de la oposición. Se critica la falta de luz eléctrica y de asfaltado en las calles, por ejemplo, en pleno siglo XXI, cuando la formación ha gobernado por décadas y apenas dos alcaldes han prestado la alternancia en la capital. “No les vamos a fallar”. Cabe preguntarse si es una promesa renovada.
“El PRI no se va a renovar por más que lo digan. No hay evidencias de que se esté transformando en nada. No tienen un liderazgo capaz de conducirlo en una dirección específica. Alito Moreno no tiene ascendencia alguna sobre la militancia ni sobre los gobernadores, que se sitúan al lado que más les conviene o en reacción al liderazgo de Morena”, sostiene Rogelio Hernández. “No tienen una fundamentación ideológica sólida, que yo sitúo en un centro liberal, más cerca del panismo que del PRD”.
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Va por México, o Va por Campeche, esa especie de brindis que reúne a las tres formaciones en coalición, PRI, PAN y PRD, es la asunción misma de la debilidad de un partido que fue poderoso y ahora no puede concurrir en solitario a las elecciones. Tras repetidos intentos, este periódico no ha logrado obtener la opinión del candidato priista de Campeche para conocer sus expectativas electorales y del futuro del partido.
¿Qué significa perder Campeche? “Si ocurriera, desde luego que saldrán voces demandando un cambio político en el PRI. Ya hay voces al respecto, pero ninguna ha alcanzado el tono del liderazgo, como ocurrió con Peña Nieto”, dice el doctor en Ciencias Políticas. “Las estructuras locales son hoy autónomas. Quizá no ganen las elecciones, pero no creo que el PRI vaya a desaparecer como auguraban algunos”, añade Hernández.
A pleno sol, el líder nacional del partido, con la voz ya cascada de la campaña, se desgañita en la pasarela del mitin, micrófono en mano: “México no va bien, no tiene rumbo ni destino”, dice Alito Moreno. Y regala una serie de calificativos a sus adversarios de Morena: “Cínicos, corruptos, sinvergüenzas”. Y en varias ocasiones repite los nombres de los partidos con los que se presenta el PRI a estas elecciones. “Antes de ser del PRI, del PAN o del PRD somos mexicanos y tenemos que defender a México, que no necesita payasos”. Saluda a su sobrino, de quien dice que será “el mejor gobernador de Campeche”. No es mal halago, teniendo en cuenta que él mismo también lo fue. Pero lo abandonó para levantar vuelos más altos: la presidencia del país.
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