Desde hace algún tiempo tengo la costumbre de estrenar el año dando un buen paseo por los alrededores de Guadalajara que no precise tomar el coche. El término municipal de nuestra ciudad da mucho de sí en cuanto a caminos y sendas y muchas de ellas están conectados el casco urbano de manera natural. La razón es que antes de que llegásemos los senderistas, los caminos ya estaban ahí; servían para que llegasen hasta la capital desde los pueblos cercanos como Horche, Lupiana o Aldeanueva. Estas sendas tradicionales fueron perdiendo sentido conforme ganaban peso las carreteras y precisamente éstas han sido los que han condenado sus accesos.
La ciudad de Guadalajara está cercada de manera natural por el Río Henares, límite que fue superado con la construcción del barrio de Los Manantiales o de La Chopera. Sin embargo, son los límites artificiales, en forma de carreteras, los que marcan las verdaderas fronteras de ésta. Hablamos de la A2 y de la Ronda Norte (CM-10), que condicionan el ordenamiento urbanístico de Guadalajara y suponen un auténtico quebradero de cabeza para aquellos que quieren disfrutar del entorno natural de la ciudad. La razón es que se han respetado la mayoría de los pasos que comunican la ciudad con los antiguos caminos a través de túneles, pero que se encuentran un estado lamentable. Y es aquí donde vuelvo al inicio del relato: andaba yo camino de la Galianilla con unos amigos el primero de año atravesando el que yo llamo “el túnel tenebroso” que cruza la A2 a la altura del Paseo de Francisco Aritmendi, cuando uno de mis compañeros me dijo: “esto hay que denunciarlo”. Llamo a este túnel el “túnel tenebroso” porque desde fuera parece un agujero negro, aunque los ojos en seguida se acostumbran a la oscuridad. Lo que se ve dentro son pintadas, maleza, basura y mobiliario abandonado, una situación que se repite en la mayoría de pasos subterráneos que dan acceso a los caminos más allá de la A2.
Se me ocurrió denunciar esta situación a través de twitter y fueron muchos los vecinos de Guadalajara los que contestaron, mostrando situaciones similares en otros túneles de la ciudad. La respuesta del Ayuntamiento, que llegó veinte días después de la publicación original, afirmaba que la limpieza de estos pasos no corresponde al consistorio e invitaba a los senderistas a usar otro paso cercano.
Mientras tanto, mi amigo Ángel de Juan escribía en Caminos de Guadalajara sobre la necesidad de construir una pasarela peatonal sobre la Ronda Norte para aquellos que quieren acceder al viejo camino de Tórtola, a la altura del Bulevar de Clara Campoamor. La alternativa pasa por dirigirse al túnel de La Muñeca o utilizar el paso para vehículos y saltarse una valla. Ambas opciones dejan mucho que desear, una por estar lejos y otra por ser peligrosa.
La respuesta en redes sociales siguió amplificándose, sobre todo después de la contestación del Ayuntamiento. La conclusión: los pasos a subterráneos que dan acceso a los caminos de Guadalajara están hechos una pena, con alguna excepción. El Ayuntamiento apela a Fomento, quien tiene la competencia, y asegura haber trasladado la queja, pero la realidad es que la Cañada de Alcohete, el Camino de Tórtola, el Camino de la Cuesta o el Camino de Aldeanueva existían antes de que hubiera carreteras, y aunque no estén tan transitados como antaño, merecen una consideración. Somos muchos los que soñamos con un acceso digno a los caminos tradicionales de la ciudad, tal y como ha demostrado la respuesta ciudadana, una necesidad que pondría en valor la amplia red de acceso tradicional a la ciudad, que bien podría enriquecerse con una red de senderos que facilitara su recorrido a los no expertos, fomentando el ocio saludable y poniendo en valor el entorno natural de Guadalajara.