La inserción social y laboral debe aumentar sí o sí, pasando de que ser un objetivo que se marcan muchas empresas, marcas, asociaciones y gobiernos, a una realidad, porque lo primero son las personas, no su aspecto ni sus cualidades. Es cierto que ha habido avances en esta materia en los últimos años y que ha aumentado mucho la sensibilización y la concienciación de toda la sociedad, aunque la pandemia del Covid también está suponiendo un reto para que se siga progresando.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948 refleja que lo primero son las personas, aunque muchas veces sus artículos se quedan en papel mojado, tristemente, pese a la importancia de lo que recogen. Por ejemplo, en el primero se señala que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. El segundo subraya que “toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna”. En el tercero se reconoce que “todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona. Y en el artículo 23 se recoge, entre otros aspectos, que “toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección del mismo, a condiciones equitativas y satisfactorias y a la protección contra el desempleo”, a igual salario por el mismo trabajo, y a una remuneración equitativa y satisfactoria que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana.
Cuatro artículos que sirven como muestra de los 30 que se contemplan en la Declaración y que 73 años después de su proclamación aún son una asignatura pendiente en muchos países y sobre todo en lo que respecta a algunos colectivos. No debería sorprender ni ser noticia que se emplee a personas con alguna discapacidad o en riesgo de pobreza o exclusión social porque tienen los mismos derechos que el resto, y no debería tratarse sólo de cumplir una serie de porcentajes porque eso no se ajusta a lo que recoge la citada Declaración. Y es que una sociedad avanza de forma cuando lo hace toda entera, es decir, todas sus partes y con ello las personas que la componen.
La tasa de paro de la población con discapacidad en España se situó en el 22,2% en 2020, siendo 1,7 puntos inferior a la del año precedente, según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), y superando en 6,8 puntos a la tasa de la población sin discapacidad (15,4%). El número de parados con discapacidad se situó en 147.600, reduciéndose un 3,3% frente al año anterior, mientras el desempleo creció un 9,3% entre las personas sin discapacidad.
La tasa de actividad de las personas con discapacidad ascendió ligeramente (+0,3%), al 34,3%, siendo un 41,8% inferior a la del resto de la población, y la tasa de empleo aumentó un 0,8%, al 26,7%, situándose más de 37 puntos por debajo de la de las personas sin discapacidad. 2020 acabó con 516.300 ocupados con discapacidad, 30.400 más que en 2019, mientras que los ocupados sin discapacidad bajaron un 3,4%. Eso sí, el INE ha destacado que el porcentaje de asalariados con discapacidad en las empresas de 50 o más trabajadores del sector privado fue del 2,2%, incluyendo a entidades especializadas en la inclusión social de este colectivo.
Un ejemplo de superación y de inserción social entre las personas con capacidades se puede ver en Paola Torres, la primera modelo con Síndrome de Down que ha desfilado en una pasarela oficial, en concreto en la Valencia Fashion Week en 2012, tres años antes de que otra chica (Madeline Stuart) con Síndrome de Down se hiciera famosa por desfilar en Nueva York, pasarela en la que tres años más tarde también desfilaría Marián Ávila. “De pequeña yo soñaba con que quería ser modelo, aunque me decían que yo tenía expectativas poco realistas”, señala Torres. “Tener un blog de moda es una gran motivación para mí. Hace que me esfuerce en cuidar de mi imagen personal, y en superarme todos los días. Y también me ha dado la oportunidad de vivir grandes experiencias”, explica. Además, años después, en 2018, formó parte del casting de modelos internacionales de una de las pasarelas de moda nupcial más importante del mundo: la Barcelona Bridal Fashion Week”.
Torres afirma que desde que ella desfiló “las cosas han cambiado mucho y cada vez hay más personas con discapacidad en el mundo de la moda” y destaca el programa educativo Escuela de Imagen y Moda Fácil, que se inició en 2014 e imparte cursos y talleres dirigidos a personas con discapacidad intelectual. “De nuestro aspecto físico hay cosas que no podemos cambiar, pero sí hay algunas cosas que podemos mejorar. Sonríe con tu cuerpo y no te compares con los demás”, aconseja.
Otro buen ejemplo que hizo mucho por la inserción de este colectivo fue la película española Campeones, de Javier Fesser, que se estrenó en abril de 2018 y se llevó el Goya a mejor película y a mejor actor revelación (el cual recayó en Jesús Vidal), entre otros premios. Pero también hay muestras en otros países, como: la película francesa Especiales, dirigida por Éric Toledano y Olivier Nakache; o Ellie Goldstein, modelo británica con Síndrome de Down que es imagen de varias marcas (Gucci, MyTheresa, Primark, Nike y Vodafone), o la historia de cuatro amigos con esta capacidad diferente que han abierto su propio catering de pizzería en Argentina.
Las personas en riesgo de pobreza o exclusión social también ser objeto de inserción social y laboral. “Cada crisis aumenta la desigualdad y en cada una de ellas vemos la entrada a esta situación de muchas personas y familias. Nos duele confirmar que quien se ha quedado fuera tiene casi imposible volver a entrar”, ha señalado Natalia Peiro, secretaria general de Cáritas Española, en la presentación del informe ‘Evolución de la cohesión social y consecuencias de la Covid-19 en España’, elaborado junto a la Fundación Foessa.
La crisis de la pandemia ha supuesto un empeoramiento generalizado de los niveles de integración: en 2021, 11 millones de personas se encontraban en exclusión social en España, 2,5 millones más respecto a 2018. “En esta crisis la precariedad se ha duplicado y alcanza a casi dos millones de hogares que dependen económicamente de una persona que sufre inestabilidad laboral grave”, ha explicado Raúl Flores, coordinador de estudios de Cáritas y secretario técnico de Foessa. “La situación de que el sustentador se encuentre en paro de larga duración ha alcanzado a 800.000 familias y hay casi dos millones de núcleos familiares donde todas las personas activas están en paro”, ha añadido.
“En 2020, en pleno auge de la pandemia, Cáritas ofreció apoyo a casi un millón y medio de personas vulnerables (1.425.991 personas) en nuestro país, lo que supone un incremento de 366.000 personas con respecto a 2019 (+26%)”, ha detallado Peiro. “Reclamamos una humanidad de vidas frágiles, que enferman o padecen y necesitan la mano y la espalda del otro. Una humanidad en la que tenemos el riesgo de enfermar juntos, pero la imperdible oportunidad de salvarnos juntos”, ha subrayado Flores.
Claro que en el tema de la inserción social y laboral también ha ido cobrando importancia la imagen en los últimos tiempos, sobre todo, por el gran escaparate de las redes sociales, algo que también está trayendo problemas, como el aumento de trastornos alimentarios (anorexia y bulimia) o el acoso. Por ello, viene bien recordar la extraordinaria campaña que lanzó Dove en 2004 para poner en valor la belleza real, inspirándose en un estudio que realizaron investigadores de Harvard a 3.000 mujeres en diez países y en el que concluyeron que sólo el 2% se describían a sí mismas como bellas. Desde entonces, esta marca de productos de cuidado personal que pertenece a la multinacional británica Unilever muestra su compromiso con la belleza real, con el objetivo de que las mujeres, sobre todo las niñas y las jóvenes, crezcan en autoestima y confianza, por ello: siempre presentan a mujeres reales (de diferentes edades, tallas, etnias...), no a modelos, retratándolas tal y como son. Ojalá otras muchas marcas hicieran lo mismo.