Arde el artivismo animalista que toma las calles

Por : ujikiu / On : 01/06/2022

La técnica es importante. Por eso, esta nochecita de primavera, el publicista Federico Callegari sumerge un cepillo en engrudo y mientras unta el sector más alto de un paredón de Villa Urquiza, a metros de la embajada china, explica que los afiches se fijan desde el centro hacia los extremos y que es importante que las esquinas queden bien adheridas “Si se sueltan, todo el papel termina por caerse”, puntualiza mientras traza diagonales húmedas perfectas. En esta jornada de pegatinas de la que Ñ participa, 16 voluntarios de Voicot, el movimiento artístico que lucha por la liberación animal, se dieron cita para empapelar la zona con carteles contra el acuerdo porcino con China. Antes, otros grupos que también apoyan esta lucha dejaron su huella por las mismas calles. Mañana habrá una marcha bastante nutrida. Pero antes, hay cosas por organizar.

“Somos un poco guerreros de una causa perdida. Se siente así”, dice Callegari días antes, por zoom y desde una localidad bonaerense a casi 600 kilómetros de la capital. Hace frío allá y la gata Rosita pasa por delante de la camarita durante la charla. Antes, es decir, antes de que él se mudara al sur y antes incluso de Voicot, él estudiaba Dirección de Arte y conoció a Malena Blanco, que cursaba Redacción Publicitaria.

Eran los últimos años 90 y la publicidad generaba no solo dinero sino, además, prestigio social. “En nuestra generación, los creativos publicitarios éramos como estrellas de rock”, explica ella y recuerda que fueron sus profesores Ramiro Agulla y Carlos Baccetti, la célebre dupla que después de vender líneas telefónicas o cervezas, transformó´al “aburrido” Fernando de la Rúa en presidente de la Nación.

Debut en EE. UU.

Así, de un magma de coincidencias profesionales, personales y éticas, surgió la idea de luchar por un mundo mejor. Primero, de una manera conceptual. Luego, en 2014, mientras filmaba un aviso en los Estados Unidos, Callegari se sumó a la Fuck Fur Fashion Wild Posting –una acción de pegatinas contra la moda con pieles de animal, en espejo a la Semana de la Moda de Nueva York–. Nacía así Voicot, con la impresión de carteles por la ciudad.

“Voicot es un movimiento artístico que lucha por la liberación animal. Lo hacemos a través del arte, la comunicación y la publicidad, que, en lugar de vender cosas, te muestra lo que pasa detrás de lo que todos vemos”, se definieron alguna vez. Ahora, desde su web, completan: “Antes fuimos publicistas y fotógrafos, fuimos escritores también. Ahora somos activistas, porque no podemos mantenernos ajenos a la tremenda masacre animal de la que somos parte como sociedad”.

“Hay unos 140 grupos, principalmente en la Argentina y en Latinoamérica, aunque los hay también en Europa y los Estados Unidos”, calcula Callegari. Los costos de la impresión (local) corren por cuenta de Voicot en muchos casos. Para eso, reciben donaciones a través de su página y venden prendas, afiches y complementos en las tiendas que gestionan (en la web, en el Patio del Liceo y en la galería Bond Street).

Mientras tanto, el movimiento animalista avanza incluso en sistemas complejos como el cubano, donde sus militantes lograron en febrero de este año la primera ley de protección del país, un “primer paso” todavía incompleto ya que se mantienen las peleas de gallos y los sacrificios religiosos, según explicó a AFP Grettel Montes de Oca, fundadora de la organización civil Cubanos en Defensa de los Animales (CEDA), a quien la noticia la sorprendió en la calle buscando comida para los 60 animales que alberga en su casa, en medio de la sostenida escasez que vive la isla.

Así, la gestión del presidente Miguel Díaz-Canel buscó contener parcialmente un foco de conflicto que aglutinó tras él otros muchos descontentos que jaquean hace meses el sistema político.

Pasos a seguir

Arde el artivismo animalista que toma las calles

La policía quiere saber a qué partido político responde el grupo armado con engrudo, cepillos y rollos de papel, en la esquina de Triunvirato y Larralde. Cuando asumen que la cosa va de animales y veganismo, dejan seguir. Esta noche son ocho los voluntarios que se suman por primera vez. Hay quien carga los materiales y quien se anima a pegar, aunque las esquinas queden sueltas. Habrá nuevas jornadas para perfeccionar la técnica. “No tapamos carteles de otros grupos, ni fachadas de viviendas. Solo paredones abandonados o sobre carteles de empresas especistas“ (aquellas que venden productos animales o testeados sobre ellos), dice Federico Callegari.

Hay varios colectivos veganos afichando en todos los barrios de la ciudad: son pegatinas mayormente en blanco y negro, de poco contraste y tono luctuoso de denuncia: su estética se acerca más a la crudeza del punk y su melancolía golpea. Voicot, por el contrario, tiene lenguaje publicitario y apuesta a la identificación con las víctimas antes de llegar al matadero. Hay afiches azules que gritan contra el acuerdo porcino (“Argentina, matadero del mundo”). Los hay color rosa cerdito, contra el especismo (“Somos la especie en peligro de extinguirlo todo”). Y los hay con fotos del abrazo a un lechoncito y la leyenda: “Veganismo es amor”. Aquí, una esquina ofrece metros disponibles y mientras unos aplican los azules, otros componen el cartel más grande.

Días antes, Blanco y Callegari explican la variedad de registros. “La primera remera fue un fracaso”, cuentan desde la pantalla. “Pensábamos que, en cuanto el resto de la gente se enterara de cómo es que la industria que convierte a los animales en comida, iba a decir ¡Basta!”. Y convencidos, imprimieron la foto de una vaca ensangrentada colgando del gancho. El mensaje era clarísimo. Puede que demasiado claro. Nadie compró esas prendas...

Entonces, construyeron la marca Voicot como antes habían construido la de distintas empresas. “A partir de los errores, fuimos buscando otros caminos, siempre con la idea de dar con las herramientas que fueran necesarias para que el mensaje llegara eficazmente al público”, completa Callegari por zoom.

La huella de Ricardo Carpani

El dúo tiene un claro antecedente en el arte político de los años 60. “Hay mucho de la escuela de arte de Ricardo Carpani en nosotros”, define Malena. No solo por vínculos familiares lo dice –su abuelo conoció al pintor y muralista argentino, fallecido en 1997, y ella trató a su viuda, Doris Halpin de Carpani–. “Toda la experiencia de ellos tomando las calles y llenando de arte el espacio público multiplicando las obras estuvo desde el inicio”, apunta ella.

Voicot tiene una plataforma “carpasiana” de difusión a través de la cual ceden los afiches para que un grupo de voluntarios de cualquier lugar del mundo los descargue, los imprima y siembre el mensaje. Para las acciones fuera del país, traducen las leyendas o las reformulan en el idioma del caso.

A propósito de la multiplicación de la obra de arte, la artista e investigadora Alejandra Viviana Maddoni en su artículo “Ricardo Carpani: arte, gráfica y militancia política” rescata una anécdota: “La originalidad y eficacia de sus carteles en la vía pública eran contundentes: los porteños se detenían a discutir el significado de esas imágenes tan poco usuales, su raíz política, su mensaje. No faltaba el que intentaba con afectuoso cuidado, despegar el afiche para llevarlo a su hogar”. Para la académica, lo novedoso residía en el hecho que eran afiches ilustrados por un artista que tomó partido.

No hay más que ver las fotografías y los documentales de Voicot para constatar el talento de la dupla fundadora.

–¿Participan del circuito del arte?

–Malena Blanco: Desde que empezamos en la Fuck Fur Fashion Wild Posting de Nueva York, quedamos seleccionados una vez en una galería de arte inglesa para participar de una exposición. Además, justo antes de la pandemia, nos habían convocado para el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, pero todo eso quedó suspendido. Ahora, en unos meses vamos a estar en el CCK exponiendo. Pero en líneas generales, siempre nos llaman por iniciativas personales, alguien que nos conoce o que comparte los mismos objetivos. También trabajamos con la artista plástica, directora audiovisual y performer Sofía Tormenta, con quien hicimos un modelo de remera.

Federico Callegari: También trabajamos con muralistas e ilustradores. Pero creo que el veganismo genera un prejuicio, y eso también pasa en el arte.

Otras influencias que confluyen son el dibujante y director de cine Raúl Perrone (con quien Malena Blanco se formó y cuya influencia deja ver en los documentales que Voicot produce), la poesía en el cine del mexicano Arturo Ripstein, de Leonardo Favio y Woody Allen; y en el caso de Federico, un referente claro es el colectivo anticonsumo Adbusters –que lleva a cabo un ataque a los medios de comunicación y la filosofía consumista y, para eso, usan la publicidad para compensar la “manipulación“ que ejerce sobre la sociedad–, el diseñador inglés Jonathan Barnbrook (“el que le hacía las tapas a Bowie”, apunta él) y todo el movimiento de contrapublicidad, el subvertising, el movimiento brandalism y muchos otros a nivel mundial.

Vacas si, gatos y perros no

Desde hace diez años el activismo de Voicot desarrolla acompaña un debate sostenido en el ámbito legal sobre los animales como sujetos de derecho. En ese sentido, en el año 2014 la jueza porteña Elena Liberatori consideró a la orangutana Sandra “persona no humana”, “sujeto de derechos” y “ser sintiente”. Fue pionera. Algo había cambiado.

“Los argumentos para sostener la discriminación (entre humanos y animales) requieren de contorsiones intelectuales cada vez más difíciles de realizar y sostener”, asegura Silvina Pezzetta, doctora en Derecho y docente de Ética Animal en la UBA. Y si es es así, se debe a cuarenta años de debates y publicaciones especializadas “que han logrado que, al menos en el plano académico, sean ahora los que apoyan la explotación animal quienes tengan que hacer esfuerzos por justificarla”.

Para la especialista, el trabajo académico dialoga con el plano social, donde “los movimientos antiespecistas son cada vez más, están más profesionalizados y presentan importantes logros”, apunta y en diálogo con Ñ a través del correo electrónico agrega: “En lo personal, el trabajo de Voicot me parece tan original como conmovedor. Han logrado hacer masivo el tema de una forma muy creativa. Soy muy respetuosa de todos los grupos de activismo en general. Nadie tiene la receta para acabar con esta injusticia así que necesitamos creatividad, apertura, reflexión y también mucha formación para poder sostener una postura tan minoritaria como disruptiva del orden social construido sobre el supremacismo humano”.

Y un último factor podría ganar peso en ese camino: el Covid. “Aún no se sabe cuál es el origen del Coronavirus aunque se sospecha que puede estar relacionado con la cría intensiva. Las enfermedades zoonóticas son bien conocidas y también el potencial que tiene la deforestación y el daño ambiental al acercar especies silvestres a las poblaciones humanas y/o a los animales “de graja” que pueden contagiarse y contagiarnos luego. Esto no es nuevo, sólo que para el público general parecía desconocido”, señala la abogada que es investigadora del Conicet.

Encaramados peligrosamente al muro de una ochava sobre avenida Galván, un muchacho flaquísimo logró pegar el último de los carteles de esta noche. Se terminó el engrudo y los debutantes no sabían que cada quien debe traer su propia provisión. Quedó bien alto, lo que garantiza mayor permanencia. Sin embargo, una de las puntas del afiche amenaza con soltarse. No es grave. Mañana, otro grupo saldrá a pegar de nuevo en algún barrio. Solo hay que estar atentos.

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