Los premios VMA (Video Music Awards), donde la cadena estadounidense MTV celebra lo mejor del panorama audiovisual, no suelen considerarse la cita más elegante del año. De hecho, pueden suponer un reto para el ojo: desde 1984, se organiza en ellos un barroco festín de atuendos imposibles –del kimono con pantalones de Busta Rhymes en 1997 al vestido desnudo de Rose McGowan, pasando por la audacia carnívora de Lady Gaga en 2010– que parece desafiar las leyes de cualquier árbitro de estilo.
La que se celebró el pasado domingo parecía una edición encaminada al mismo destino. Madonna llevó un conjunto dominatrix. El rapero del momento, Lil Nas X, fue de Versace. Nada hacía sospechar que llegaría el cantante Shawn Mendes (Ontario, 23 años) a ofrecer el contrapunto elegante de la cita.
El canadiense llegó al Barclays Center de Los Ángeles enfundado en un traje marfil de lana fría y solapa de satén sobre una ajustada camiseta blanca, demostrando que siempre hay un punto medio entre un esmoquin y un órdago transformista. Pero la enjundia del asunto estaba en quién firmaba la etiqueta de su atuendo: el español Jaime Álvarez (Sevilla, 27 años), fundador y director creativo de la firma Mans que hace escasos meses se alzaba ganadora del premio Who’s On Next que otorga anualmente Vogue España a un joven diseñador.
“No puedo decir que tuviera la más mínima idea de que nuestro traje fuera a acabar en la alfombra roja, porque estaría mintiendo”, confiesa al otro lado del teléfono. Lo único que sabía este creador, nacido en 1994 en un pueblo llamado La Luisiana, es que el séquito de estilistas de Mendes quería un par de modelos de la marca. En cuestión de horas un puñado de trajes volaban rumbo a California. “Nos avisaron desde la agencia de comunicación que tenemos en París. No teníamos ninguna certeza de si iba a llevar ese o cualquiera de los trajes que enviamos, y cuando ya había perdido cierta esperanza, se obró el milagro”, rememora.
La palabra milagro podría sonar a hipérbole, pero asociarse a un nombre como el de Mendes casi la merece. El cantautor aprendió guitarra a través de vídeos de YouTube a los 14 años; meses después la dominaba en las versiones que subía a la extinta plataforma Vine y hoy es uno de esos alumnos aventajados de la escuela Justin Bieber: acumula 63 millones de seguidores en Instagram y 26 en Twitter. Sus publicaciones suelen atraer una media de 20.000 comentarios (el triple si se incluye a su pareja, Camila Cabello) y la imagen que él mismo compartió enfundado en Mans, concretamente, le valió dos millones de esos cotizados Me gusta.
El conjunto, inspirado en los años setenta con ecos al dandi parisino que encarnaban hombres como Jacques de Bascher, es una muestra de la sastrería reformada en la que Álvarez lleva trabajando desde que salió del IED de Madrid en 2017. “Siempre he creído que un buen traje se ha de quedar en el armario durante dos o tres generaciones, como me ocurrió a mí con los de mi abuelo. Era uno de los hombres más elegantes que recuerdo y cuidaba sus chaquetas como tesoros, de ahí que yo mantenga muchas de ellas”.
Es precisamente el apellido de pila de su abuelo, Demans, el que dio nombre a su enseña, la cual ha ido creciendo por la pasarela 080 de Barcelona, su homóloga madrileña, por Milán y por París, donde estuvo en junio de 2020. “Tengo mis raíces bien echadas en España, pero no tendría sentido diseñar para un público local. La mayoría de nuestros clientes están en países asiáticos, así que pienso en cómo hacer de un diseño muy característico algo que tenga un alcance global, y que pueda gustar a cualquiera”, añade Álvarez.
Su firma engrosa la lista de jóvenes creadores españoles que utilizan la música para ampliar su alcance. Le acompaña en este grupo el catalán Archie M. Alled-Martínez, que vistió algunas de las paradas de la gira de Harry Styles en 2019 gracias a la agudeza de su estilista, Harry Lambert, o la renovada Pertegaz, elegida de la cantante y actriz Zendaya el pasado abril. “No creo que se trate tanto de que un personaje célebre se ponga algo mío, más bien de que tenga sentido y nos ayude a expandir este pequeño mundo que hemos creado”, sostiene Álvarez.
En ese universo, el de creadores que intentan renovar la industria europea a través de la sastrería tradicional y la libertad de expresión y géneros, está también Alejandro Gómez Palomo, el francés Ludovic de Saint Sernin o el escocés Charles Jeffrey desde su firma colectiva Loverboy, finalista del LVMH Prize en 2018 y uno de los elegidos para recibir el premio BFC Foundation Fashion Fund surgido de la crisis por la covid-19.
“Creo que a todos nos une un sentimiento de querer hacer las cosas bien, o al menos de forma distinta a cómo venía funcionando este sistema”, sopesa Álvarez, que tras el galardón de Vogue y la simplificación de su firma –ha simplificado el nombre original de Mans Concept Menswear a simplemente Mans– ha podido afianzar la estructura de su empresa y los puestos de trabajo de su pequeño equipo.
Con todo, sigue reivindicando el mimo artesanal que habita en cada una de sus prendas como un antídoto contra la moda de usar y tirar. “Trabajamos con la mejor materia prima, una atención tremenda al detalle y una meta final: la de crear prendas que puedan tener muchos años de vida”, anuncia. “Quiero pensar que una de las mejores reflexiones que nos ha traído este año es la de que no necesitamos tanto para vivir: cuando puedes tener diez prendas que quieras llevar a diario, no tiene ningún sentido tener 500 cosas que odias por el simple hecho de acumular”.
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