Afirmar que la antigua manera de los músicos andaluces de relacionarse con su tradición ha saltado por los aires es una (feliz) evidencia desde hace años. Desde un grupo tan paradigmático del indie nacional como Los Planetas hasta –desde otra generación, otros referentes y otra manera de expresarlos– Pony Bravo, esta renovada simpatía meridional ha deparado interesantísimas e insospechadas alianzas sonoras. Tras el batallón de grupos de los 90 cantando en inglés y reverenciando la tradición anglosajona, acabó aflorando un nuevo pacto generacional: el empeño de antaño de negar un folclore omnipresente de todas formas ha acabado cediendo a la libertad de poder elegir qué parte de esa herencia se quiere aceptar.
"Nos hemos criado donde nos hemos criado, y todos nosotros hemos tenido una relación fuerte con la tradición: hemos salido de nazarenos, hemos tocado en bandas de cornetas y tambores, y a la vez hemos sido unos golfos que han ido a discotecas. Esas dos vidas las hemos llevado paralelamente durante muchos años, pese a haber sentido el típico rechazo hacia la tradición y el folclore en la adolescencia, pero ahora que nos estamos acercando a la madurez comprendemos que esas dos dimensiones se pueden mezclar. Se trata, ni más ni menos, de aceptar nuestras raíces", dice Francisco Morales, que bajo el alias S Curro compagina el punk-metal (con Narco) con géneros electrónicos del rap como el grime, y que es uno de los fundadores de Breaking Bass, un colectivo sevillano dedicado a la bass music (el dubstep es el estilo que más ha logrado aflorar a la superficie de este sonido fuerte e inevitablemente ligado al underground).
De ese colectivo, como catalizador de afinidades comunes, surgió Califato 3/4 (léase no tres cuartos sino tres por cuatro, por el compás ternario básico común a muchos palos del flamenco), un grupo compuesto por siete personas –cinco de Sevilla, dos de Málaga– que han aplicado tal nivel de osadía a ese renovado enfoque de lo tradicional que se atreven a hacer convivir a Tupac Shakur y Carlos Cano en el mismo tema, a hacer sonar flautas rocieras entre cajas de ritmos o a introducir guitarras de peña flamenca y coros lolailos sobre un colchón rítmico de drum & bass en otro.
"¿Y por qué no", se pregunta retóricamente Manuel Chaparro, compañero de S Curro en Califato 3/4. "Yo crecí escuchando Pink Floyd y los discos de la Bernarda y la Fernanda de Utrera que ponía mi padre; viviendo la Semana Santa, las velás del Cerro, de Su Eminencia... Luego me metí a saco en la electrónica, y me harté de escuchar pasadas por ese filtro músicas de raíz como la cumbia o la balcánica. Bueno, me dije, y por qué no el flamenco, que para mí es muchísimo más grande. La música no tiene más límites que tu alma y tu imaginación. Muchas veces, a la hora de hacer música quieres hacer lo correcto, que no se sabe muy bien qué es: normalmente lo que alguien ha hecho en otro sitio. Y lo que tienes que hacer es dejar salir lo que llevas dentro, contar tu historia, querer saber quiénes somos y por qué somos así, sin miramientos ni prejuicios". Es decir, lo que un tercer miembro del grupo, Esteban Bove, resume apoyándose con el famoso "si quieres ser universal, pinta tu aldea".
Por ahora, la única referencia discográfica de este grupo que conjuga sampleos y ritmos del flamenco con géneros puramente electrónicos asociados al hip hop y a la cultura rave es L'ambôccá (La emboscada, reproduciendo la fonética del habla andaluza), un trabajo de seis cortes publicado en formato digital y casete que este verano se publicará también en vinilo bajo la cobertura de Breaking Bass.
Se grabó en cuatro días, en un ambiente de "campamento", bromea Bove. "Frente a tanto pop edulcorado y correcto, está lo vivo, lo auténtico, el arte ligado a la vivencia, y en eso pocas cosas tienen más chicha que el flamenco –continúa–. Nos encerramos en una casa en el campo y no escuchábamos otra cosa que flamenco; si nos atascábamos, pasábamos a otro tema o a otra idea, porque lo que nos importaba era que todo fluyera, que la grabación respetara el espíritu y el ambiente generado en la casa, y si nos bloqueábamos nos poníamos a ver, yo qué sé, documentales en Youtube sobre verdiales antiquísimos".
A los siete miembros de Califato 3/4 –completan la formación Stay Puft y Lip de BSN Posse, por el flanco malagueño, y Lorenzo Soria y Diego Noventay Cuatro por el sevillano– les fascinaba de los discos antiguos de flamenco el vocerío de fondo, la voz de un señor pidiendo otra copita de vino, el jaleo, las risas y las toses de las runiones noctámbulas, y ese espíritu, más que el sonido en sí, es lo que trataron de capturar en L'ambôccá.
"Es lo que siempre dijo Ricardo Pachón, que antiguamente el flamenco era el arte de vivir, y por tanto se escuchaba el ruido de la vida y las conversaciones. Cuando el flamenco se profesionalizó y pasó a grabarse en estudios, todo ese roce se perdió. Si se levantase la Niña de los Peines nos daría una bofetada, le pareceríamos unos locos, o si nos pudiera escuchar Tía Anica La Piriñaca es que no nos querría ni abrir la puerta de su casa, pero todo esto nosotros lo hacemos con el máximo respeto, poniendo nuestra sensibilidad y nuestro corazón en la música, aquí donde nos ves con estas caras", bromea Chaparro, que añade: "Lo habremos conseguido si este disco lo escuchase un señor de 75 años que viva en el campo en Casariche y dijera: no es mi rollo pero está bien, se nota que no es cuadriculado, que tiene alma y está hecho desde el cariño".
El trabajo de Califato 3/4 ha suscitado ya un notable interés en ciertos foros de referencia de la electrónica nacional, como el festival Sónar de Barcelona. Pero los siete miembros del grupo prefieren no precipitarse. "No hay cosa que te ponga más nervioso en el escenario que no hacer nada, y nosotros queremos hacer un show potente. Pero primero tenemos que prepararnos, es mejor no forzar. Cuando nos subamos a un escenario, queremos tener muy claro cuál es el rol de cada uno, integrar bien la electrónica, las percusiones, la guitarra, el bajo, todo eso...", explica Bove.
"El primer disco lo hemos hecho desde la electrónica, y ahora tenemos que trasvasarlo al directo: que las guitarras sampleadas, por ejemplo, se transformen en guitarras tocadas de verdad", tercia S Curro. "Aunque sigamos manteniendo una base electrónica, queremos que los instrumentos reales tengan una entidad muy potente en nuestro directo. Y para eso necesitamos un tiempo, tiempo para que el proyecto cuaje. La fecha que nos hemos puesto, y ya luego veremos si la podemos cumplir porque todos andamos con mil historias aparte de Califato, es enero de 2020. Para entonces queremos tener la banda funcionando, y además tendremos ya música suficiente para reunir un repertorio y dos discos".
Dos discos, sí, porque la intención del grupo es repetir el procedimiento de su estreno discográfico y encerrarse durante la primera quincena del próximo mes de julio a grabar el segundo en una casa que tienen ya localizada en Las Pajanosas. Mientras tanto, el último trabajo de Califato 3/4 es el videoclip de Yo me muera II, un trabajo grabado en el Teatro Salvador Távora pocos días después del fallecimiento del histórico dramaturgo sevillano, a cuya memoria está dedicada esta pieza audiovisual coreografiada e interpretada por el bailarín y coreógrafo malagueño Manuel Cañadas.