Lucerna lo tiene todo para enamorar a cualquier viajero. Esta ciudad pequeña, de unos 80000 habitantes, situada en el centro de Suiza, tiene un centro histórico precioso y muy bien conservado. El paisaje de los alrededores, con el lago de los Cuatro Cantones y las montañas, es otro de sus alicientes. Hasta allí hemos viajado esta madrugada en la sección "Tierra sin límites" del programa El gallo que no cesa. Es una ciudad perfecta, además, para visitar en un día.
10.09 minEl gallo que no cesa - Tierra sin límites: Lucerna, un paraíso de agua y montaña - Escuchar ahoraCon razón se la conoce con el sobrenombre ciudad de la luces. Elena Affeltranger, responsable de comunicación de Turismo de Suiza, nos habla de su belleza: “Lucerna es conocida en suiza por ser la ciudad de las luces porque tiene una luz preciosa, un casco antiguo superbonito y bien conservado y también hay varias excursiones alpinas que están a una hora de camino. Digamos que está en el corazón de suiza y lo tiene todo”.
Lo tiene todo y a tiro de piedra. Caminar es la mejor manera de descubrir la ciudad. Una pista que nos daba otro de nuestros compañeros de viaje: Andrés Calvo, un gallego que lleva años trabajando en un hotel histórico de la ciudad, el Romantic Hotel Wilden Mann: “Yo recomiendo aparcar el coche y en los dos o tres días que vais a pasar aquí, moveros a pie. Es como la palma de la mano. Sobre todo lo que hay que ver, sea de un lado o de otro del puente, es facilísimo de llegar”.
Hablamos del famoso Kapellbrücke, el puente de madera más antiguo de Europa, que lleva desde el siglo XIV conectando las dos orillas del río Reuss y enfrentándose a todo tipo de vicisitudes, la última, en 1993, cuando se quemó. Se reconstruyó y, a día de hoy, puede volver a cruzarse observando sus pinturas y deteniéndose a fotografiar la Wasserturm, la torre del Agua, una torre octogonal más antigua que el propio puente ya que data de 1300.
El Kapellbrücke se lleva la fama, aunque compite en belleza con otra pasarela de madera: el Spreuerbrücke, la favorita de Andrés: “Es el otro puente de madera que tiene la ciudad, más bonito y menos pateado. Le falta la torre, pero es precioso”.
A unos 15 minutos a pie se halla el monumento del León. Esta escultura en piedra representa a un felino herido y tumbado y, como cuenta Elena Affletranger, “es un homenaje a todos los mercenarios de la guardia suiza que cayeron durante la Revolución Francesa”. El escritor Mark Twain la describió como "el trozo de piedra más triste, conmovedor y contundente del mundo".
Entre paseo y paseo, conviene alzar la vista para observar los campanarios de las iglesias. Entre las más valiosas se encuentran la iglesia Jesuita, de estilo barroco, o la Hofkirche, perteneciente al renacimiento alemán. También se elevan al cielo las torres de la muralla, muchas de ellas accesibles. Desde lo alto se obtiene una panorámica muy completa de la ciudad, del lago y de las montañas.
Además de detenernos en los monumentos, la ciudad está llena de detalles: de plazas con fuentes donde sentarse a descansar y de fachadas pintadas. Hay que prestar atención porque los dibujos dan pistas del pasado: de la profesión de sus antiguos habitantes o de la actividad que se desarrollaba en ese lugar.
Y con tanto ajetreo también conviene hacer alguna parada para comer. No podemos perdernos el queso, la famosa fondue, o los chocolates suizos y recetas como el chügelipastete, un hojaldre gigante relleno de carne, pasas y champiñones. Es contundente, pero sirve para coger fuerzas para continuar con el recorrido.
Lucerna contemporánea y cultural
Hay Lucerna para todos los gustos: para los amantes de la historia, para los que prefieren deleitarse con la naturaleza y sus paisajes y para aquellos que buscan cultura y arte contemporáneo. Aquí la palma se la lleva el KKL, el Centro de Convenciones y Cultura de Lucerna, diseñado por el francés Jean Nouvel a finales del siglo XX. Su diseño y las exposiciones que acoge son dos de sus grandes atractivos, el tercero, la acústica: “(Lo) mencionaría sobre todo por la acústica de su salle Blanche, una de las salas de conciertos con mejor acústica de Europa”, destaca Andrés Calvo.
Seguro que, en esta sala, alguna vez ha sonado la música de Richard Wagner, uno de los compositores alemanes más famosos de todos los tiempos que vivió durante unos años en Lucerna, en una villa a orillas del lago que hoy se ha convertido en un museo.
Y para los amantes del arte contemporáneo, otra parada obligatoria: la colección Rosengart. Incluye obras de artistas como Paul Klee, Cézanne, Monet, Matisse... y, sobre todo, de Picasso. Con razón, Angela Rosengart fue musa del artista malagueño.
Rigi, la reina de las montañas a orillas del lago
En Lucerna, ciudad y paisaje forman el tandem perfecto. Así que, después de recorrer sus calles y visitar sus monumentos, es el turno de sumergirnos en la naturaleza y pasar a la acción. Hay actividades para todos los gustos y para cualquier época del año: deportes de invierno, rutas de senderismo, aguas termales, visitas a granjas, paseos en barco.
Un crucero por el lago de los Cuatro Cantones siempre es una buena idea. Nos permite observar los recovecos de esta enorme lámina de agua, y ver las montañas que lo rodean. Hay alternativas para todos los gustos: “Hay cruceros que dan toda la vuelta al lago y que duran cinco horas, hasta paseos en barco de una hora con los que puedes hacerte una idea del lago” cuenta Elena Affeltranger.
Y en barco se llega precisamente a otro de los destinos más interesantes de los alrededores de Lucerna: la Rigi, conocida como la reina de las montañas. Selina Barmet de los ferrocarriles de la Rigi explica por qué esta montaña es especial: “No son solo las vistas panorámicas y la naturaleza preservada de manera sostenible, sino la gente que trabaja con mucha motivación para la gastronomía, la hostelería, la agricultura y para el ferrocarril de montaña”.
Fue el primer ferrocarril de montaña que se inauguró en Europa, hace justo 150 años. La construcción de este tren cremallera popularizó aún más este destino montañero, accesible y céntrico, al que acudían famosos y gente adinerada.
Hoy el lugar nos permite sentirnos suizos por unas horas y practicar algunas de las actividades que más le gustan a los locales: el esquí, el senderismo o disfrutar de una comida en la barbacoas que se reparten por toda la montaña (por cierto, puedes hacer ricas barbacoas vegetales también). Las vistas que hay desde lo alto también son maravillosas: “De una parte se ven los Alpes; del otro lado, el lago de Lucerna y, más allá, la parte llana de Suiza central”, describe Selina. Un paisaje que cambia con las estaciones del año: “Cada temporada es diferente, la montaña se pone con un vestido nuevo: la primavera, el verano, el otoño o el invierno”.