Historiadores,antropólogos, sociólogos, especialistas del arte y conservadores-restauradorescoincidieron en la necesidad de lograr relaciones más equitativas entrediseñadores y productores mestizos o indígenas.
Lacoordinadora del Seminario de Estudios sobre Indumentaria y Modas en México, dela UNAM, Julieta Pérez Monroy, comentó en entrevista que en las actividades deesta instancia uno de los temas que mayor discusión genera entre losespecialistas es la apropiación de los textiles o diseños de comunidades depueblos originarios y también mestizos, los cuales son utilizados y lanzadospor algunas marcas mexicanas y extranjeras.
Losantropólogos Roberto González y Brenda Mondragón, también integrantespermanentes del Seminario, consideraron que en las relaciones entre comunidadesproductoras de textiles y las empresas que diseñan o venden modas, se observa marcadadesigualdad.
Ejemplode ello son las artesanas de Hueyapan, Puebla, a quienes hasta 2019 se lespagaban quince pesos por hora de trabajo, que incluían los costos de la materiaprima y, a veces, los viáticos.
EnTenango de Doria, Hidalgo, las bordadoras pueden vender un camino de mesa enochocientos pesos, pero quienes lo revenden fijan precios de cinco mil a seismil pesos. Como estos casos hay muchos más y con diversas variables, acotan.
Pormás que algunas casas de moda o diseñadores intentan pagar un monto “justo”, larealidad hasta hoy es la de una relación inequitativa con otra desventaja: lacarencia de una regulación clara de derechos de autor con las especificidadesque requiere este campo, advirtieron los especialistas.
PérezMonroy añadió que hay creadores que trabajan con ellos y les remuneran, “aunquelos colegas consideran que el pago es desproporcionado en relación con lo queganan y lo que pagan a indígenas y mestizos por sus diseños; sin embargo, enocasiones para estos últimos representa una ayuda, aunque también hayreacciones de molestia, porque ellos no pueden aspirar a las ganancias que losdiseñadores mexicanos o extranjeros obtienen”.
Recordóse trata de un Seminario multidisciplinario fundado en 2013, adscrito al IIE,cuyo propósito es estudiar la indumentaria, las modas y los textiles, a partirde diferentes enfoques teórico metodológicos en relación con el cuerpo, lacultura, la vida cotidiana y la economía entre otros.
Otrotópico de interés para analizar es reutilizar la ropa. Una vez que se adquirióy cumplió su primer ciclo, se puede volver a vender (como algunas jóvenes lollevan a cabo mediante una aplicación) o darse en donación, de esta maneracontinúa circulando. Por otro lado, está la fast fashion; es decir, losgrandes volúmenes producidos por la industria con materiales de desecho enfunción de las tendencias y una necesidad inventada de innovación.
Laconfección de ropa y accesorios es una de las principales actividadescontaminantes en el mundo, de ahí la conveniencia de reciclar o reutilizar lasprendas de vestir, y que en la actualidad se hable de consumo responsable, la historiadora del arte.
Másadelante, la también especialista del Instituto de Investigaciones Estéticas(IIE) comentó que a partir de la perspectiva de género, el simbolismo y valoressociales en el vestir de hombres y mujeres no es el mismo. Hay quienessostienen que es por mostrar una identidad e identificarse con algo, puede sergénero o nacionalismo, pero también hay posturas que ponen énfasis en la parteestética: el ser humano se viste para exhibir algo ante los demás.
Seconsidera que la moda tal y como la conocemos hoy, tuvo su origen a mediadosdel siglo XV, a principios del periodo conocido como Renacimiento Europeo.Aunque desde la llamada prehistoria las personas se cubrían con pieles deanimales para protegerse del frío, como sistema con determinadas funciones deproducción, consumo, social, de poder y cultural tiene menos tiempo con el serhumano, consideró Pérez Monroy.
Refirióque existen discusiones en torno a la validez del término para todo tiempo ylugar. Mientras que para algunos solo se otorga en la modernidad y hastanuestros días, para otros se puede explicar de manera universal.
Enel Seminario, continuó, llegamos a la conclusión de que se ha dado endiferentes épocas y espacios geográficos, aunque no como sistema, es decir,involucra más allá de cómo vestirse o cuánto tiempo hacerlo de determinadamanera, por ejemplo el uso de la minifalda, uno de los íconos más perdurablesde la década de 1960.
Esaprenda, que formó parte de la cultura juvenil emergente de la época, involucrala producción de las fibras textiles, las telas, su confección, circulación,publicidad, gustos, valores y el imaginario colectivo, además de que abarcadiferentes aspectos de la vida social.
PérezMonroy destacó que aun cuando existen usanzas cíclicas, sus valores yaspiraciones nunca serán iguales como ocurrió con laminifalda, una expresión de esa cultura de los jóvenes y del inicio delmovimiento de liberación sexual que trajo la invención de la píldoraanticonceptiva, por ejemplo. Luego dejó de usarse y volvió a ser novedad en ladécada de 1980, pero ya no tenía el mismo significado ni se utilizaban lasmismas telas en su confección; “tampoco importaba si se usaba cinco o 15centímetros arriba de la rodilla”.
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