Benito Fernández (60) es el diseñador argentino que logra un equilibrio perfecto entre sus ideas y la tendencia. Supo construir una identidad sin techos. Desde la alta costura, los perfumes, el calzado, las opciones sin género, las prendas para los más chicos y los looks más cancheros forman un sello personal muy marcado y definido. Vistió a grandes personalidades de Argentina y el mundo.
Sin dudas, Benito está viviendo su mejor momento personal. Sin embargo, ese bienestar no es fruto del azar, sino del largo trabajo personal que viene realizando en los últimos años. Hoy disfruta de su vida que, a pruebas y error, logra reinventarse hasta alcanzar su mejor versión.
–¿Cómo fueron tus primeros pasos en el mundo de la moda?
–En realidad, empecé tarde. Estudiaba derecho en la universidad católica, y me di cuenta de que ese no era mi camino. A los 24 años decidí mudarme a París para estudiar una carrera, que en Argentina no existía. Desde chico me gustaba acompañar a mi abuela cosiendo para vestir a sus seis hijas mujeres. Tengo muchos recuerdos diseñando mi propia ropa. En 1986 abrí mi primera boutique en la calle Arroyo. Si bien cuando volví de Francia tuve varias entrevistas para trabajar, siempre lo hice de manera personal. Hoy en día tengo 28 tiendas multimarca en todo el país y tres locales en Buenos Aires.
–¿Quiénes fueron tus referentes?
–Desde siempre lo que me inspiró fueron los diseñadores que se apropiaban de las cosas, lo que en mi inconsciente fue el motor personal para buscar mis propias inspiraciones. El vestido rojo de Valentino, la caída de los sacos de Armani, el metal de Paco Rabanne, la camelia de Chanel, las ideas de Karl Lagerfeld. Me motivaba el tema de la apropiación de conceptos abstractos, universales para todos. Ahí empecé a generar mi propio ADN, mi propia identidad, más allá de la estética. Me encantó cómo Versace se apropió del lujo y lo irreverente que era, el morbo que generaba sus colecciones. Vistió a Lady Di, una mujer que luego de divorciarse atravesó todas las barreras. Eso fue una inspiración para comenzar a buscar mi propio camino.
–¿Qué implica ser un diseñador?
Soy disléxico y, al no leer, nunca fui un estudioso de los demás. El trabajo y la búsqueda constante de generar mi propio sello con la ropa fue la forma de transpolar mis pensamientos en todo sentido. Desde lo que nos toca vivir ahora con la pandemia, hasta la identidad latina, la identidad como país. Mi colección Etnia tuvo que ver con ir al Fashion Week de New York hace 12 años, con una identidad totalmente latinoamericana.
–¿Hiciste sacrificios para llegar a donde estás? ¿Qué te enseñó la profesión?
–Claramente. Mucho sacrificio en tiempo. Pero no me da culpa. Soy un laburante de esto, le dedique muchos años a mi carrera. Constancia y perseverancia como primer paso. El trabajo y la educación fueron mis dos pilares, por eso llegué a vestir a la reina de Holanda. Mas allá de lo que pude haber atravesado en la moda, usar lo latinoamericano cuando no se usaba. Sacrifiqué mucho mi tiempo, dejando de hacer cosas personales. Aprendí que hay que ser responsable, no tener culpas. Hay que reinventarse, ser solidario e inclusivo. Hay que ser empático. Gracias a mi carrera pude conocer y vestir a mucha gente importante, o viajar y conocer lugares divinos. La verdad es que lo veo desde otro lugar. Soy un agradecido y me quedo con otras cosas más importantes, como la industria textil, las fuentes de trabajo que generamos en países como el nuestro.
La moda interpreta lo que nos pasa y frente a una pandemia, al mes salimos a producir barbijos. Con la cápsula infantil a cargo de mi hija Marina donamos 500 prendas de su colección a Mamis solidarias. Nos solidarizamos también con el Hospital Pedro Elizalde, donde se remataron barbijos de alta costura. Hicimos ponchos para Acnur, que los usaron Valeria Mazza, Mirko, Marley y Juanita Viale, entre otros. La moda es una industria que se adapta rápidamente a la vida de las personas. Eso me encanta, y me hace madurar a mí, cambiar, por eso quiero y admiro tanto a esta industria.
–¿Los mitos de la industria son reales?
–Muchos creen que la moda es frívola, no solidaria ni inclusiva. Me parece que se le hizo cargo a la industria de muchas cosas que no están buenas. Pero son temas que suceden como sociedad, no puntualmente en la moda. Los argentinos discriminamos como sociedad. En lo personal tuve que atravesar por muchos prejuicios y discriminaciones.
–¿Qué personalidades marcaron tu carrera?
–Máxima Zorreguieta marcó mi carrera y sigue haciéndolo. Hace 18 años que la visto y usó más de 40 vestidos míos. Hace unos días le envié ropa para las hijas. Considerando su realidad, podría elegir a cualquier diseñador de todo el mundo, y que me elija a mi es súper halagador. Máxima es la mujer que me gusta vestir. Mas allá de su belleza, me encanta todo lo que transmite. Sin ninguna necesidad, llego a repetir mis vestidos hasta tres veces.
Hace dos años vestí a Priscilla Presley, la esposa de Elvis. Tuve el placer de vestir a Valeria Mazza, Pampita, Dolores Barreiro. Hay muchas personalidades que he vestido y me encanta. Lo que rescato de la gente que me gusta es que son mujeres empoderadas, que trabajan, cuidan a su familia, que son empresarias. Es la mujer de hoy. Muchos se quedan con el ser bellas y de buen poder adquisitivo, pero yo voy más allá de eso. Busco conocer a la mujer que visto, para que represente lo que quiero comunicar. Tiene que ver con el trabajo, la educación, el respeto, el compromiso y el profesionalismo.
–¿Qué nos podés contar sobre Ártico?
–Es mi nueva colección, mi vuelta con la marca Benito. Tiene mucha presencia. Tuvimos la oportunidad de presentar Ártico en el Fashion Week de New York. Grabamos el desfile en el faro de San Clemente del Tuyú, aprovechando el escenario de los lugares que tiene Argentina. Tiene que ver mucho con nuestra identidad y nuestro pasado, presente y futuro. Ártico es eso, lo que salió. Por algo se volaron los sombreros. Estoy feliz de haber logrado este desfile y próximamente estamos viajando a Jujuy para grabar en las Salinas lo que presentaremos en el Marbella Fashion Week.
–¿Cómo te llevás con la exposición y tu lugar en la TV?
–Antes era muy conocido en la prensa gráfica gracias a la alta costura. Pero un día me cayó la ficha de que no me representaba. Creo que los looks más urbanos son los que me representan, erotizan, eso dice mucho más de un estilo. Ahí fue cuando empecé a pensar que necesitaba reinventarme, hacerme más popular. A eso se le sumó que antes no me gustaba lo que yo comunicaba en las notas, los reportajes que me hacían consultándome sobre el color que se usaría en la temporada me aburría y sentía que no estaba para eso. No me sentía cómodo.
Gracias a un programa de Ginzburg pude empezar a soltarme más frente a la cámara, logrando este personaje que en verdad soy. Fue muy disparatado y se generó una locura, a los pocos días estaba en RSM con un personaje más divertido, alocado, fresco. Después vino Los Tres Mosqueteros junto a Ricky Sarkany y Fabián Medina Flores. Así pasé de no generar nada en la tele a poder encontrar mi propio personaje. Era una parte de mi personalidad que no lo podía liberar, y creo que la televisión me permitió explorarlo. Tener cierta exposición me ayudó a combatir prejuicios. Me encanta estar cerca de la gente, moverme aún más en redes sociales. Esto me llevó a hacer productos masivos.
Por otro lado, me encanta que se le haya dado este lugar a la moda en la televisión abierta. Corte y Confección revalorizó la industria, el oficio de coser, tejer y bordar, entreteniendo a la gente. El programa es muy inclusivo, en cuanto a los participantes, modelos y gente que trabaja. Las ideas están muy buenas, la forma de reciclar la ropa, o cómo hacer prendas que luzcan sin género, evitar desperdicios, entre otros. Yo me siento súper bien, independientemente del formato. Es un programa que tiene que estar en la televisión, porque entretiene y permite que una industria como esta genere puestos de trabajo y se visibilice.
–¿Qué le dirías a quienes están comenzando con su carrera en la industria?
–Lo importante es el trabajo. Creo que hay que enfocarse en trabajar, más allá de ver resultados al instante. La anécdota de cómo llegué a vestir a Máxima es genial para la gente que recién está comenzando en la industria. Recibí el llamado y contesté con educación. Como siempre digo, no fui la primera opción. No fui el mejor, o el número uno, pero estaba trabajando y ese llamado implicó vestir a una reina. Entonces, querer ser el mejor, el número uno, quien abre o cierra la pasarela, el que más vende y sale en las revistas, a veces nos distrae. Hay que trabajar y atender a tus clientes con educación, porque todo lo demás viene solo.
Fotos: Valentina Marozzi @valumarozzi