La moda sostenible: el próximo paso uruguayo

Por : ujikiu / On : 19/06/2022

Por Pierre-Nicolas Chambefortprensa@m.uyLa moda sostenible: el próximo paso uruguayo La moda sostenible: el próximo paso uruguayo

El 14 de abril de 2013 se derrumbaba el Rana Plaza, unedificio en Bangladesh donde se encontraba una fábrica de ropa que trabajabapara grandes marcas internacionales como Primark, Mango o Benetton. Resultadode la catástrofe: más de 1.120 muertos y una industria de la moda que se dacuenta de las condiciones de trabajo terribles de sus trabajadores. Ocho añosdespués, la situación no ha cambiado mucho y según una encuesta de laasociación Oxfam Australia, nueve de cada 10 obreros declara que su salario noes suficiente para sustentar sus necesidades esenciales. Y esta situación no esexclusiva de Bangladesh.

En China, India, Turquía, Pakistán o Taiwán, queproducen la mayoría de la ropa, los trabajadores viven en condiciones más queprecarias, sin ningún derecho laboral. The Fair Wear Foundation analiza que elsalario del obrero en las fábricas representa 0.6% del precio de una ropa,mientras que el almacén se lleva 59%. Es una industria más que desigual y elsector representa 3.000 millones de millones de dólares.

Además del aspecto social terrible de la moda, laindustria textil también es una catástrofe para el medio ambiente. En efecto,es el segundo sector más contaminante del mundo tras el petróleo.

Una prenda contamina durante todo su proceso defabricación. Para empezar, se necesitan 10.000 litros de agua para producir unkilo de algodón, cuando la tela no proviene directamente de petróleo, como elpoliéster, el lienzo más producido del mundo, que además necesita muchísimassubstancias químicas en su fabricación.

Durante la fabricación de la prenda y la etapa de lostintes, se usan muchísimas materias tóxicas y peligrosas para los trabajadores,el ecosistema y nosotros, los usuarios. Piezas especiales como los jeansnecesitan numerosos lavados y tratarlos con arena para darles un buen color, loque aumenta de nuevo el costo ambiental. Pero una vez que la ropa llega a losarmarios, no se acaba la contaminación. Cada vez que lavamos nuestra indumentaria,las telas sintéticas liberan microfibras de plástico tan pequeñas que lasplantas de tratamiento de agua usada no las pueden recuperar y acaban en elmar. Esta contaminación parece invisible, pero representa 500 mil toneladas deplásticos, equivalente a 50.000 millones de botellas plásticas.

Y para acabar el ciclo de vida de una ropa, cuando yano se usa y se tira (después de haberse quedado meses al fondo del armario, porlo general). El desperdicio que representa la ropa tirada es de más o menos 92 millonesde toneladas cada año; cifra aún más terrible cuando se sabe que la mayoría deesta ropa no ha sido usada más de un par de veces y que va a contaminar lossuelos sin chance de ser reciclada. Así, por ejemplo, cerca de Uruguay, en eldesierto de Atacama en Chile, ropa de sedas no biodegradables venidas de todoel mundo se encuentran desperdigadas en vertidos ilegales gigantes. En AltoHospicio, cerca de Iquique, 39.000 toneladas de ropa forman montañas de basurasin esperanza de reciclaje. Y a todo este proceso se debe añadir todas las idasy vueltas en el mundo necesarias para transportar la materia prima a lasfábricas, a los almacenes y a los basureros.

Sobre todo, la textil es una industria muy cambiante enla que las marcas siguen la ley de las nuevas modas que crean ellas mismas. Lasempresas llamadas de fast-fashion, como Zara o Nike, empujan al consumo,disminuyendo artificialmente la esperanza de vida de las tendencias paracambiar numerosas veces sus colecciones cada año, aprovechando el procesopresentado más arriba que permite producir ropa muy barata y de mala calidad.Así, el consumidor compra cantidad de ropa con efectos desastrosos, que va areemplazar muy rápidamente y tirar porque se dañó de forma prematura.

Foto: FreeImages

Nuevas alternativas

La industria de la moda sigue de esta manera unatendencia que no es viable para sus trabajadores, para el planeta y en ciertogrado los consumidores. La buena noticia: muchísima gente no está de acuerdocon este método de fabricación, y las alternativas a la fast-fashion, como lasmarcas sostenibles, se están desarrollando. ¿Pero qué es una marca sostenible?¿Y cómo reconocerla? Intentemos contestar estas preguntas con el ejemplo detres marcas uruguayas que ofrecen una alternativa a la fast-fashion.

Comfy: el alumno modelo

Comfy es la historia de una madre y una hija que, aunque sólo han escrito lasprimeras páginas de su libro, está lleno de promesas. La marca solo tiene unpar de meses y, sin embargo, cumple con todos los requisitos de una marca sustentable.

La moda es un asunto familiar para Rossina, 28 años,quien desde su adolescencia diseñaba vestidos que cosía María, su madre. Meconfió que no hay ruido más familiar que el de "la máquina de coser quesiempre estaba en marcha en la casa". Por eso, no sorprende mucho que, despuésdel liceo, Rossina comience a estudiar diseño antes de cruzar el Río de laPlata para iniciar su carrera en Buenos Aires.

Mientras trabajaba para marcas como Etiqueta Negra,aprendió los fundamentos de la profesión de creadora, como los diferentes tejidosy sus cualidades específicas. Sin embargo, también tomó conciencia deldramático impacto ecológico de la moda. "Estaba contaminando, [...]literalmente tirábamos plástico nuevo a la basura”, recuerda. Así que decidióvolver a Uruguay y hacer realidad su sueño de montar una marca que ella definecomo sostenible y ética.

La moda sostenible: el próximo paso uruguayo

El objetivo de Comfy es ofrecer una ropa decalidad y elegante utilizando únicamente telas naturales y ecológicas como elbambú o el algodón orgánico y fabricadas en Uruguay. A este aspecto sostenible,se añade el lado que Rossina llama ético, es decir lo social, y el respeto a lagente que fabrica su ropa para una “buena salud mental de todos los actores delproceso”.

Aunque ahora la marca no necesita mucha mano de obra, Rossinay su madre ya tienen todo pensado por si un día se necesita más trabajadores.Se tratará de contratar a las numerosas mujeres uruguayas, empezando por las desu pueblo, Carmelo, que tienen, según Rossina, “un talento excepcional” paracocer. Podrán “elegir verdaderamente sus precios”, con el objetivo de “empoderara esas mujeres”.

Lo más importante para Comfy sigue siendoencontrar nuevas maneras para volverse aún más sustentables con el siguientelema: “somos tan sostenible como se puede ser”. Por ejemplo, Rossina contó quele encantaría “enviar sus pedidos por bicicleta eléctrica”, aunque aún no tienealternativa al ómnibus. Sin embargo, aseguró sonriendo que “al momento que seaposible” lo hará.

Don Baez: 52 años de sostenibilidad

Entrar en la boutique Don Baez es entrar en elmundo de la elegancia combinada con la sencillez. Tras conocer a Claudia, ladirectora de la marca, uno comprende rápidamente que su tienda, a la que meinvitó para nuestra charla, es a su imagen.

Don Baez es, una vez más, una historia de familia, ya que fue su padre quien creóla marca en 1959. Desde entonces, su hija ha tomado el relevo, acompañada de sumarido y su colaboradora, Ana, con el objetivo de ofrecer ropa de calidad paratodas las edades y todos los tipos de cuerpo. La particularidad de Don Baezes que es una marca que ha sido sostenible desde sus inicios, aunque no era untema muy común en esa época. La sostenibilidad de la marca es muy clara, todala ropa es de lana uruguaya, y el proceso de producción (limpieza de la lana,tejido, confección de las prendas) es totalmente local.

Además, toda la lana utilizada es natural, sin adiciónde ningún tinte, lo que ahorra mucha agua y evita la contaminación innecesaria.A esto se añade un profundo asco por el desperdicio. Claudia asegura que "nohay desperdicio; todo se recicla al máximo". La palabra se une a la accióncuando me muestra los pequeños ovillos de lana hechos con los últimos retazosde tela, definitivamente demasiado pequeños para ser reutilizados en unaprenda, y que se cuelgan como decoración en las bolsas. Sobre todo, el aspectosostenible de Don Báez se encuentra en su deseo de nunca empujar elconsumo, porque lo mejor para el planeta es siempre no consumir.

Aquí sólo hay una colección al año, no hay período de rebajas y las piezasllevan "más de 10 años" para algunos.

Por último, Don Baez es la prueba de que es posible producir lanarespetando a los animales. En efecto, desde hace varios años, numerososescándalos han salpicado al mundo de la moda en relación con el tratamiento delas ovejas. Uno de estos escándalos es el mulesing, que es una técnica queelimina la piel alrededor de la cola de las ovejas merinas para evitar laaparición de miasis (presencia de larvas de mosca bajo la piel), que es especialmentepeligrosa para los animales. Sin embargo, es una operación traumática para elanimal, que se lleva a cabo sin supervisión médica ni anestesia, y el procesode curación dura varias semanas, lo que provoca un gran sufrimiento. Además delmulesing, el esquilado de ovejas se realiza muy a menudo en condicionesterribles, donde los animales son maltratados, golpeados y a veces gravementeheridos. Este comportamiento es sistémico en Australia y China, que son losprincipales productores mundiales de lana y cuya lana es utilizada por la granmayoría de las marcas. Sin embargo, Don Báez logra, al utilizar únicamente lanauruguaya, donde el mulesing es prohibido, a no fomentar este sistema. Claudiaexplica que visita regularmente a sus productores de lana, donde los animalesdisfrutan de unas condiciones de vida ideales, y también asiste al esquileo,donde se respeta a las ovejas.

Babila: la“slow-fashion” por mejorar

“No sé si podré ayudarte, no defino Babila como unamarca sostenible”. Esas fueron las sorprendentes primeras palabras que me dijoLucía, la fundadora de Babila, justo después de saludarnos. Y, enefecto, aunque Babila no es una marca totalmente sostenible, ofrece unacierta alternativa a la fast-fashion con su visión de “slow-fashion”.

De base, Lucía es contadora, y, aunque siempre legustó la moda, tenía más pasión por el emprendimiento que por diseñar ropa. Sinembargo, a los 29 años, decide irse a España para seguir un MBA y aprendersobre la dirección de una empresa de moda. Es en Europa que se familiariza conlas nuevas cuestiones de sostenibilidad de la moda y comprende que “loexclusivo ya no es el lujo, sino lo único y lo artesanal”.

A su regreso a Uruguay compra tela de algodón orgánicotraído de India con la certificación Fair Trade (una reconocida “certificaciónética”) y empieza a hacer ropa fabricada en Uruguay. Babila hoy tienedos años, y es una marca slow-fashion más que una sostenible. Para Lucía, eldesarrollo sostenible tiene tres aspectos: económico, lo más importante siendoser viable financieramente; ecológico, intentado reducir al máximo lacontaminación de la producción, y social, respetando a todos los trabajadores.

El aspecto ecológico es el más complicado de alcanzarpara Lucía, y es justamente por eso que no se define como sostenible. Tiene unalínea hecha en algodón orgánico, pero también usa poliéster, que no es unafibra natural. Sin embargo, esto no es una elección, sino más una obligaciónpara no perder dinero. Según Lucía, aún no es posible económicamente tener unamarca totalmente sostenible sin usar nada de telas sintéticas y otros procesoscontaminantes. Me explica que “el mercado para la ropa sostenible aún esdemasiado chico”. No obstante, asegura que al momento que se vuelva posible, lohará de inmediato.

Babila usa procesos ecológicos, como algodón y tintes orgánicos, y tambiénintenta en la medida de sus posibilidades tener cero desperdicios, pero no esuna prioridad, sino un plus.

Entonces, elobjetivo principal es hacer ropa de calidad, respetando a los trabajadores parasalir de la lógica de consumo actual. Por así decirlo, una marca de slow-fashion.

Las cuestiones que levanta la moda sostenible

Aunque muchas marcas se están creando con la ambiciónde cambiar la industria de la moda, o al menos de dar una alternativa a lasgrandes marcas de fast-fashion, por las entrevistas realizadas, la modasostenible aún no está muy desarrollada.

Me han explicado que el sector “es un bebé que empiezaa decir sus primeras palabras”. Sin embargo, el cambio también debe venir delconsumidor, por su conocimiento sobre estos temas, pero también sobre su manerade comprar. En efecto, la manera de consumir debe cambiar de paradigma parapasar de una lógica de consumo excesivo a otra basada sobre la necesidad. Estoaplicado al mundo de la moda sería ya no comprar por ejemplo 10 camisasbaratas, contaminantes y de poca calidad, sino únicamente tres más caras, perode mejor calidad, que van a durar más tiempo y sostenibles.

Ahora, esto es más fácil decirlo que hacerlo y porvarias razones. Primero, la ropa es una parte importante de la expresión de lapersonalidad de cada uno y no es fácil conciliar el gusto con la razón. Perocambiar hacia un modo de consumo responsable no significa cambiar todo de un díaal otro, sino avanzar progresivamente hacia otra dirección. Después, laeducación del consumidor también debe pasar por el conocimiento de los efectosactuales de la industria de la moda. Si la gente conoce las consecuencias,cambiará su modo de consumo. De esta manera, Claudia, de Don Baez, meexplica que pasa mucho tiempo con sus clientes para explicarles el modo deproducción y la historia detrás de su ropa. Pero la observación de Lucía, de Babila,aporta escepticismo: “para la gran mayoría, lo sustentable no es unaprioridad”. Para cambiar esto, varias posibilidades han sido evocadas durantelas entrevistas. Lucía propone una gran campaña de publicidad, “como hubo porla diversidad sexual”, por ejemplo, para sensibilizar a la población. ConClaudia también hemos hablado de la posibilidad de dar clases en las escuelassobre este tema. Lo seguro es que todas están de acuerdo en decir que lainiciativa debe venir del Estado y que es un tema demasiado importante para serignorado, especialmente en este contexto mundial en el que cada país busca unasolución para reducir su impacto medioambiental.

La educación también debe mostrar que una ropasostenible no es visualmente diferente de una “clásica”. Así, Rossina de Comfyme explica que mucha gente piensa que una ropa sostenible es sinónimo de unestilo muy marcado visualmente, lo que en realidad no tiene sentido porque eldiseño no tiene nada que ver con la manera de producir.

Además, la educación también debe continuar para laspropias marcas. Lo que tienen en común las tres marcas presentadas es que nosólo saben realmente lo que es una marca sostenible, sino que también saben loque no es. Son conscientes, sobre todo en el caso de Babila, de losprogresos que tienen que hacer. Esta situación no es una generalidad, como lonota Rossina: “falta educar muchísimo; unos piensan que solo si usas telasnaturales eres sostenible, pero es olvidar que un algodón clásico contaminamuchísimo”.

De esa manera, muchas marcas piensan ser sostenibles ycomunican sobre su hipotética sostenibilidad sin saber realmente cómo se defineesta noción. Otro ejemplo muy común: pensar que hacer la confección de laprenda a nivel local es suficiente para respetar a los trabajadores. Pero estoes omitir todo el proceso de fabricación de la tela en sí mismo. Si lostrabajadores que han cultivado el algodón y los que han fabricado la telatrabajan y viven en condiciones terribles al otro lado del mundo, confeccionarlas prendas en Uruguay y garantizar a los trabajadores uruguayos buentratamiento no es suficiente para considerarse como ético y sostenible. Como loexplica de nuevo Rossina, es un deber para las marcas de realmente comprendertodo el proceso de fabricación y comprometerse en informarse y mejorar para serverdaderamente honesto hacia el consumidor.

Para seguir, una de las cuestiones importantes de lamoda sostenible es la accesibilidad. En efecto, este tipo de moda tiene lamayoría del tiempo un precio más importante que las otras prendas, lo que lasdeja inaccesibles a una parte importante de la población. Esto se nota cuandopregunto cuál es el perfil del típico cliente durante las entrevistas.Globalmente, sería una mujer ciudadana, alrededor de los 50 años y con un niveleconómico “medio-alto”. Sin embargo, el precio no es el resultado de unavoluntad de marginalizar, sino de un modo de fabricación muy lejos de ser industrializado.Así, Lucía explica que “hay mucho menor producción, lo que aumenta losprecios”. Misma observación hace Rossina, quien también se pregunta lo quesignifica caro: “algo barato puede ser costoso para el planeta; ¿aqué precio una ropa es barata?”. En definitiva, es verdad que la ropasostenible es más cara que una básica y es un problema que deberá sersolucionado si la alternativa ética quiere volverse universal.

Pequeña guía parasaber cómo elegir su ropa

Para acabar, unos consejos por si quiere saber si unaropa es sostenible:

- Analizar el precio.Es verdad que un precio alto no garantiza para nada sostenibilidad, pero esseguro que una prenda muy barata no lo es. Si paga una camisa 800 pesos es muyprobable que hubo un costo importante sobre los trabajadores o el planeta.

- Mirar la composicióndel vestido. Las fibras naturales y orgánicas son las mejores para el planeta ysu cuerpo.

- Mirar el lugar defabricación. El país de fabricación da una buena indicación sobre el nivel devida de los trabajadores. Ojo, no siempre es verdad. Existen fábricas en Chinao India donde los trabajadores tienen derechos y buenas condiciones. Paraaveriguar qué tipo de fábrica es, pregunte al vendedor o visite la tiendaonline de la marca. Si no hay información sobre el modo de fabricación es queno es un argumento de venta y que es muy probable que no sea sostenible.

- Buscar lascertificaciones. Existen muchísimas como “Global Recycled Standard”, “GOTS”,“Oeko tex 100”, o “Fair Wear Foundation” y cada una tiene su propiologo. Garantizan que las informaciones sobre la ropa son verdaderas y no solomarketing.

Foto: Gots

Pierre-Nicolas Chambefort es un estudiante francés de Sciences-Po, universidad francesa de prestigio de ciencia política que centra sus estudios en América Latina. Actualmente se encuentra haciendo una pasantía en Montevideo Portal como complemento de sus estudios terciarios y conociendo la realidad de nuestro país.

Por Pierre-Nicolas Chambefortprensa@m.uy

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