Símbolo de exquisitez y sostenibilidad, además de herramienta dinamizadora del ámbito rural, las artes y oficios tradicionales encuentran cada vez más valedores. Así se trabaja para dar continuidad al legado español desde el ingenio, el riesgo empresarial y la innovación. Una herencia creativa que se diversifica y propaga.
Rafa Rodríguez“Buscador de artesanas y técnicas para fomentar los oficios y el codiseño en España”. Así se anuncia La Hacería; el nuevo Google del saber hacer manual de nuestro país. Plataforma de desarrollo creativo y empresarial, he aquí la herramienta, si no definitiva, sí más necesaria que nunca para conectar industria de la moda y tradición, un ideal largamente ansiado al menos por la primera y afín a esa agenda política de transición ecológica y transformación digital impulsada por el actual Gobierno. Encontrar con un simple clic expertos y especialidades —con información detallada de sus trabajos, contactos y localizaciones— es, para el caso, solo una parte de la iniciativa. De lo que se trata es de difundir y revitalizar tan ancestrales labores y, sobre todo, compartir esos conocimientos y generar sinergias entre marcas y artesanos. “Siempre me he visto muy limitado para acceder a las técnicas artesanales que quería incorporar a mis colecciones. Bucear en internet sin dar con nada concreto me resultaba frustrante. Solo después de mucho investigar acabé teniendo mi pequeña lista de productores. Ampliarla y compartirla era para mí el siguiente paso”, explica Moisés Nieto, el diseñador que ha tejido esta red de creación colaborativa y transdisciplinar con miras de futuro.
Lanzada a finales de septiembre, La Hacería es el primer proyecto laureado por el concurso que puso en marcha el pasado año Madrid Capital de Moda, órdago económico-cultural del Ayuntamiento madrileño para convertir la ciudad en epicentro del diseño español, con la ayuda de la Asociación Creadores de Moda de España (ACME) y al amparo del Plan Estratégico de Subvenciones 2020-2022 del Área de Gobierno de Economía, Innovación y Empleo. La sostenibilidad, la apuesta de valor por la artesanía y el alcance internacional son los parámetros que definen un premio dotado con 60.000 euros y vocación de dar impulso a la proyección empresarial de nuestros diseñadores, además de espolear la formación especializada en el sector. “Yo creo que lo que ganó al jurado fue que la selección de artesanas que presentamos era muy joven, todas menores de 35 años”, supone Nieto. El creador jienense (Úbeda, 1984) hace especial hincapié en lo femenino de su buscador/red de colaboración, no solo porque las labores de hilo y aguja emplean —casi por convención— mayor número de mujeres, sino porque son ellas las que parecen más empeñadas en recuperar y hacer evolucionar las viejas artes y oficios. “Hay una hornada de chicas muy jóvenes, increíblemente innovadoras y que emplean las tecnologías en sus procesos de producción sin miedo”, continúa el diseñador. “Estas técnicas son patrimonio de todos, pero quienes nos dedicamos a la moda tenemos gran parte de responsabilidad en que no se pierdan”, dice.
El problema es que pocos le han echado cuentas a la cuestión en los últimos tiempos. El informe oficial que sigue coleando tiene ya más de un lustro, aquel estudio sobre la Situación de la artesanía en España con el que el Ministerio de Industria, Energía y Turismo quiso analizar las principales variables económicas y la competitividad de un trabajo manual que contribuye al 2,4% del PIB industrial, o, en términos globales, al 0,4% del producto interior bruto. Entonces se contabilizaban alrededor de 38.000 empresas, que daban empleo a 125.000 trabajadores y facturaban alrededor de 4.000 millones de euros al año. Datos de 2015 que no han sido actualizados. Hoy esta es la realidad: más del 80% de los artesanos de nuestro país son invisibles a efectos económicos, según informaba en marzo Oficio y Arte, la Organización de Artesanos de España (OAE). Sin ánimo de lucro, La Hacería cuenta con el apoyo de Fundesarte, institución de referencia desde 1981 en la promoción y desarrollo de la artesanía nacional. Es la misma entidad que, por ejemplo, gestiona los Premios Nacionales de Artesanía, que este año se fallarán a finales de diciembre. El diseñador admite que acciones como esta, o el Craft Prize internacional de la Fundación Loewe, marcan el camino a seguir en tanto que sirven para “crear una conciencia entre los consumidores, que aprecian el componente de autor. Elevar la artesanía al lujo y lo aspiracional está muy bien, pero lo realmente importante es ponerle cara, que es como mejor se valora el trabajo que hay detrás”.
De momento, las caras de La Hacería se cuentan en un centenar. Clara Vignal, mano derecha de Moisés Nieto en el proyecto, se ocupa del arduo rastreo y establecer el primer contacto con las artesanas. “Tenemos un proceso de selección, porque no todas cumplen los requisitos. No se trata de manualidades, han de ser profesionales y estar dispuestas a evolucionar”, explica el creador, cuyo equipo se encarga también de mejorar la comunicación, imagen y perfil de las elegidas, amén de ponerlas en contacto bien entre ellas, bien con distintas empresas que puedan beneficiarse de sus conocimientos y así crear comunidad. Nieto, por cierto, sigue hablando en femenino, aunque en la plataforma haya artesanos (pocos). De momento, el grueso se localiza en la Comunidad de Madrid (cerca del 85%), aunque ya está expandiendo horizontes en Galicia, Cataluña, Andalucía, País Vasco y Valencia.
“Esta es una plataforma de comunicación que nos hace sentir que no estamos solos”, concede Lorena Madrazo, uno de los primeros fichajes. Diseñadora visual y artista textil con base en Madrid, la artífice de Appsolescencia —que define como espacio de investigación/creación entre lo tangible y lo digital— lleva desde 2017 en vanguardia de la artesanía contemporánea merced a sus prendas de lana y tapices decorativos. Un perfil al que responden igualmente la bordadora experimental Carmen Castañeda o la ceramista Déborah Abizanda. “El panorama está un poco crudo, cierto, pero parece que con la pandemia el tiempo se ha puesto de nuestra parte. La gente valora cada vez más el producto de calidad, hecho a mano, con mimo. Ahora solo falta que la parte económica y de difusión también responda”, prosigue Madrazo, una de las cinco artesanas —junto a Irene Infantes, Inés Rodríguez, el estudio More More y Teresa Martín Mingorance— que está codiseñando junto a Moisés Nieto su colección de otoño-invierno 2022-2023. “Nos sentamos en abril para hablar y discutir las propuestas y entre todos vemos cómo podemos darle el giro artesanal adecuado a las prendas. Donde yo puedo encontrar un problema, ellas ven una oportunidad”, dice el diseñador, al que la Real Fábrica de Tapices ha proporcionado su excedente de hilaturas de lana teñidas a mano. La intención es que el resultado se presente a mediados del año que viene en Japón, un mercado que Nieto domina desde hace cinco años.
A conquistar plazas globales para la artesanía contemporánea también aspira otro joven diseñador, aunque en su caso la iniciativa parte de su desencuentro con el negocio indumentario. Daniel Rabaneda (Marchena, 1986) iba para esperanza de la moda española, primero con su propia enseña —que fundó en 2011, con 24 años— y después como director creativo llamado a reformular Ángel Schlesser, en 2018. Hasta que de repente se encontró sin marca y sin cargo. Una experiencia traumática que le llevó a apartarse del diseño en 2020. “Sigo manteniendo la ilusión por mi trabajo, eso no hay quien me lo quite, pero necesitaba un tiempo de reflexión para decidir qué quería hacer”. Su encuentro, diríase providencial, con la también diseñadora francesa de origen español Rosemary Rodríguez (curiosamente, relevo de Paco Rabanne, tío del sevillano, cuando se apartó de su firma en 2000, y luego al frente de Thierry Mugler) justo antes de la pandemia terminó de alumbrarle el camino. “Fueron muchas horas de charla y confidencias, porque los dos hemos salido escaldados de la industria. No sabíamos exactamente qué íbamos a hacer, pero sí que nos motivaba poner el foco en nuestro legado cultural”, cuenta. Así surgió Rodríguez + Rabaneda, una marca paraguas para dar amparo a su particular selección de oficios y técnicas/disciplinas apegadas al acervo artístico. “La misión es apoyar a las nuevas generaciones de artesanos, que trabajan con un concepto muy sostenible, éticamente comprometidos y con una visión moderna de ese saber hacer que han aprendido o heredado por tradición familiar”, explica el creador.
La fórmula es la de una plataforma comercial electrónica al uso, aunque Rodríguez + Rabaneda viene a ser en realidad una suerte de comisariado de artesanos. “Funcionamos como editores dentro de la marca. Estudiamos los perfiles que nos interesan, qué tipo de trabajo desarrollan, y a partir de ahí establecemos la colaboración: elegimos los productos que creemos que mejor representan el, digamos, estilo de vida ibérico y desarrollamos una colección para vender en exclusiva”, prosigue Rabaneda, que describe su proyecto como una experiencia basada ante todo en las emociones. Por eso, aparte de cestería, alfarería, cordelería o las labores específicamente textiles y asociadas a la moda, este próximo punto de encuentro digital también dará cabida a la gastronomía, la enología o la cerería. A partir de finales de noviembre, la revancha artesanal está servida.
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