¿Hay una identidad del diseño argentino? ¿Qué tienen que ver entre sí el diseño gráfico, el industrial y el de indumentaria, por ejemplo? ¿El diseño es un producto o un proceso? ¿Su misión es hacer bonito y fácil algo o tiene una dimensión cultural y política? ¿El arte, lo artesanal, el diseño y lo industrial pueden dialogar y retroalimentarse?
Estas son algunas, tan solo algunas, de las preguntas que viene a contestar la Fundación IDA (Investigación en Diseño Argentino), una institución que se propone generar conciencia sobre el valioso patrimonio cultural que hay en el diseño argentino y aspira a transformar su archivo, en crecimiento, en el primer Museo de Diseño en Argentina.
La historia
Cuando Mariana Dappiano tomó su decisión vocacional, la carrera de Diseño en Indumentaria todavía no existía. Ella quería estudiar Bellas Artes, “para contar lo que pasaba en mi cabeza”, pero tuvo miedo de no encontrar salida laboral y optó por Arquitectura, lo más cercano a una carrera creativa con un producto consumible.
Pero, mientras estaba cursando el Ciclo Básico Común, en la Universidad de Buenos Aires se inauguró Diseño en Indumentaria y Textil y no lo dudó. “Había una sola cátedra por materia y se cursaba a la tarde”, recuerda y demuestra cómo el Diseño, en este caso de Indumentaria, hace apenas unos veinticinco años no tenía su espacio ganado, incluso en la propia facultad.
“El primer gran aporte de la fundación IDA fue darle entidad cultural al diseño, que siempre estuvo un poco relegado. Está abarcando al diseño per se y a todos los que de alguna manera construimos este patrimonio”, celebra Dappiano.
Laura Varsky, otra de las convocadas por IDA, empezó a estudiar Diseño Gráfico allá por 1994. “En ese entonces, tenía que explicar qué era. Ahora, en cambio, todo el mundo cree que sabe lo es el diseño y lo asocia a ideas que, desde mi punto de vista, desmerecen la disciplina”, dice y detalla:
“Se lo encierra en una idea mercantilista y de metodología de la eficiencia y se pierde toda la esfera política y cultural y de qué manera se puede trazabilizar cómo funciona el diseño en cualquier proceso industrial”.
“Lo que hace IDA dándole esfera de patrimonio, es hacernos entender estas dinámicas con el diario del lunes y poder intervenir en el presente desde otro lugar. Muestra cómo incide en la esfera cultural e industrial y le da un volumen político, para poder comprender de qué manera esos aportes hicieron a la sociedad que fue. Porque el diseño es una herramienta transformadora fundamental”, sostiene Varsky.
La escultora Celina Saubidet y la diseñadora industrial Marina Molinelli Wells están al frente de Cabinet Óseo, donde hacen esculturas, joyas y piezas para el hogar. Ellas también donaron parte de su producción para el archivo de IDA. “El diseño argentino forma parte de la identidad nacional. Es vital que la distingamos y que este país, que siempre vive en un presente, tenga una base sólida de un pasado que haga también un futuro y se muestre que aquí hay grandes diseñadores y una historia”, opina Saubidet.
“El objetivo final de convertir el espacio de IDA en uno público y abierto, donde se pueda exhibir el material y la gente pueda interactuar, va a hacer mucho bien, también a todos los estudiantes, porque se van a encontrar con un acervo concreto, con una historia narrada”, afirma Molinelli Wells.
El legado
Para Varsky, cuando pensamos el diseño, solemos imaginar un objeto terminado. Sin embargo, dice, el diseño es todo el proceso de construcción que deriva en ese producto final y eso es lo más difícil de contar pero, a su vez, lo que ella considera fundamental.
Por todo esto, donó también sus bocetos y anotaciones, registros que permitirán ver los pedidos de sus clientes, las devoluciones y el armado y desarrollo de la idea.
En el caso de Dappiano, tuvo que abrir bolsas de prendas que había creado para desfiles y fotos. “Ver mi perchero en IDA fue muy fuerte, me produce un flashback de cada proceso creativo”, cuenta y sostiene que siempre la movió el desafío de convertir en ropa aquellas cosas que le interesan y la emocionan, desde un cangrejito y sus articulaciones hasta un viaje a la Sicilia de sus abuelos.
“Lo mío no es hacer ropa por decir: ´Esta pinza y esta manga generan tal cosa´, nunca pude partir de ahí. Muchos hacen ropa porque les gusta la ropa. A mí me apasiona el diseño”.
A Celina y Mariana, que se consideran unas “urracas guardadoras” y les cuesta desprenderse de sus producciones, las estimula y alivia la posibilidad de donarlas y de que queden accesibles para el público en general.
“Tenemos muchas cosas que formaron parte del proceso creativo. Trabajamos en un laboratorio de prueba y error, esa parte exploratoria y creativa es lo que más nos gusta”, concluye Celina.
La misión
IDA pone en evidencia lo transdisciplinario que es el diseño. Abre el abanico y muestra que todo lo que nos rodea está atravesado por él. Esa multiplicidad estaba poco reconocida antes. Laura Varsky dice que le resulta muy inspirador lo que encuentra en esos cruces.
“Cuando hablamos de diseño, todas y todos nos entendemos. Sin embargo, estamos hablando de cosas distintas, cada quien aporta algo diferente. Antes yo creía que entendía lo que hacía un diseñador de indumentaria, por ejemplo: pensaba que hacía lo mismo que yo pero que eso terminaba en una prenda. Después comprendés, y eso hace que le des otra dimensión al diseño mismo, cómo con la misma metodología y herramientas encara los procesos y construye desde otro lado. Eso termina enriqueciendo lo que yo hago. Por eso, es de tanta importancia que haya un Museo de Diseño, adonde puedan ir los chicos de cuarto y quinto año del Secundario, por ejemplo, y puedan visibilizar el diseño en diferentes ámbitos de la sociedad, entender que todo lo que usamos y consumimos está diseñado. Ese es el paso a dar, que sea un espacio vivo, de encuentro, donde se puedan dar actividades. Es algo que aún no tenemos en el Diseño”, explica Varsky.
Al unir dos caminos distintos y amasar un proyecto común, las chicas de Cabinet Óseo dan cuenta de lo multidisciplinario. “El concepto de disciplinas independientes es arcaico. Creo lo interesante de todo esto es justamente esa revalorización de lo colectivo e interdisciplinario”, dice Saubidet, quien pasó de la autonomía de ser una escultora que hacía enteramente su obra sola a un trabajo mancomunado en el que es parte de un equipo:
“Me di cuenta de que el diseñador es un poco el director, como en una película o en una orquesta, el que tiene la idea y empieza a buscar a los distintos integrantes porque sin ellos no hace nada”.
Molinelli Wells asiente: “Es que el diseño es un acto creativo, donde se conjugan un montón de saberes y de conocimientos y de intuiciones, y es la posibilidad de concretarlo. Tuvimos una educación bastante antigua, donde el diseño y el arte o el oficio y el diseño industrial eran casi enemigos. Pero lo mejor es el intercambio porque nada de lo que uno hace lo puede hacer en soledad”. Por eso, en IDA se teje una trama colectiva, tan robusta como prometedora.
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