Laurencio Adot: “Estuve muerto y volví”

Por : ujikiu / On : 21/02/2023

"Tengo 54 años y 3 años de cerebro”. Así se presenta ahora Laurencio Adot, uno de los nombres más famosos de la moda argentina, actualmente instalado en Belo Horizonte, Brasil, hoy una de las sedes de su trabajo, además de Buenos Aires.

La frase es impactante y resume nada menos que su vida hasta ahora. Está está superando un ACV que sufrió hace exactamente tres años, en agosto del 2018, el cual inevitablemente resultó un quiebre en su vida, una vida que se había desarrollado entre el glamour de la alta costura y las pasarelas, y el mundo de las celebridades y el jet set.

“Lo que me pasó tenía que suceder por algo”, asume el diseñador. “Dios hace y ordena. Me tocó y eso es lo importante. ¿Y sabés algo? Tardé un año y tres meses en asumir lo que tuve. Me costaba decirlo. Pero estuve muy bien acompañado. Cuando te pasa algo así, tenés muchos médicos que están pendientes de vos, además de un analista y los kinesiólogos que te ayudan a poder empezar a moverte de a poco. En un momento tuve seis médicos alrededor, porque siempre está latente el miedo a que te quites la vida. Es algo que puede pasar, te ves destruido, no podés creer que algo así te puede pasar.”

Su cuadro de salud era extremo. En sus propias palabras: “Tenés tu cuerpo en off y tu cerebro prendido. Pero no tenés respuestas de nada. Sos como un vegetal. Es heavy, pesadísimo. Yo pensé que era la muerte”.

El niño Laurencio

Adot nació en una familia de muy buena posición económica: su padre y su abuelo estaban relacionados con la industria textil, y su mamá (que luego se volvió su mano derecha en el atelier), sus tías y sus abuelas eran mujeres elegantes que se vestían con diseños de alta costura.

Aún recuerda paseos con su abuela en un auto con chofer por la Avenida Alvear, y a esa altura ya había viajado por todo el mundo. A los 19 años nomás abrió su primera boutique. La carrera que estaba estudiando, Arquitectura, fue prácticamente abandonada por la costura.

En tiempo récord se convirtió en el niño mimado de periodistas de moda y famosas que querían sus vestidos para pisar las mejores alfombras rojas. Durante 30 años integró el top ten de los diseñadores argentinos con sus líneas de prêt-à-porter, alta costura y novias. Participó en las semanas de colecciones más importantes del país y del mundo, recorrió la Argentina haciendo desfiles solidarios y su nombre apareció muchas veces en la revista Vogue, la Biblia de la moda.

Entre sus clientas famosas figuran desde celebrities como Julieta Prandi, Laurita Fernández, Paula Chávez y Stefi Roitman hasta Nicole Neumann, Sofía Zámolo y Candela Ferro, sólo por nombrar a algunas de una extensa lista.

En la actualidad, tiene una megaboutique en el barrio de Recoleta y lanzó en Brasil la marca Adot Azevedo junto con su socio desde hace casi dos décadas, Thiago Pinheiro, que es brasileño. Desde hace más de diez años comparte su vida con el actor Damián Romero.

-¿Y cómo fue el volver a la vida?

-Lo que yo pensé que era la muerte, no lo era. Le hablé a Dios y le dije: “Esto es la muerte, la película terminó”, pero me di cuenta de que me vestían, me lavaban... Era como estar en una película muda. Estuve muerto y volví. Las primeras sensaciones en el sanatorio eran confusas, difusas... Yo no entendía lo que pasaba, pero veía llorar a mis amigos. Ahora entendí que me vieron regresar de la muerte.

-Los amigos son esenciales en momentos así.

-Sí, igual, voy a contarte algo: perdí a muchos de mis amigos. El 90% de los que yo consideraba amigos, en realidad no lo era. Pero gané ese 90 % en otro lado, con la gente que conocí a través de las redes o en la calle y que me dieron su muestra de amor, que rezaron por mi recuperación. La gente tuvo mucha empatía con mi historia. El ACV fue culpa mía, me creí Dios. Dejé de tomar las pastillas de la hipertensión porque nunca pensé que me iba a pasar algo así. Y me pasó.

-Es un poco fuerte decir que fue culpa tuya, así tan directo.

Laurencio Adot: “Estuve muerto y volví”

-Bueno, fue un momento especial. En un año fallecieron mi papá y mi mamá, sólo me quedó mi hermano. Fue un golpazo. Y a eso se sumó que una persona que yo consideraba como una mamá, resultó no serlo y terminé con un problema legal.

-De repente se derrumbó todo...

-Sí. Yo tenía una vida privilegiada pero ojo, que la pagás con soledad y salud. Mi trabajo está basado en la perfección: las clientas controlan que las costuras estén perfectas. Además, en los 20 minutos que dura la entrevista con cada una, tengo que ser divertido, lograr que se vean jóvenes con la ropa que les estoy haciendo, que se vean lindas... Porque si no se van a ver otro diseñador. Y yo perdí mi familia y la persona en la que confié abusó de mi confianza. Me quedé solo y triste. El domingo no sonaba el teléfono familiar. Y aunque la pareja ayuda y hace todo lo posible para que uno esté bien, a veces lamentablemente no alcanza. Todo eso me llevó al ACV. Soy muy sensible. Siempre digo que soy el más psicólogo de todos los diseñadores. No sé si soy el más histriónico, pero trato de entender y psicoanalizar todo.

-¿Y cómo fue el proceso de rehabilitación?

-La moda dejó de interesarme. No quería trabajar, no quería hacer nada de nada. Pero pasó el tiempo y empecé a pensar de otra manera. Tomé conciencia de que tenía la fuerza para vencer la muerte y vivir. Todo en la vida son exámenes. Yo creo que Dios nos toma exámenes. Romperme la pierna estando en Brasil fue otro. También lo superé. Y en tiempo récord luego de varias operaciones.

-No te imagino ya sin ganas de hacer moda...

-Es que hoy pienso de otra manera. Pero en ese momento, cuando todo pasó, mi socio me dijo: “No vuelvas, yo te banco”. Y se las arregló: teníamos 30 novias el mes siguiente de mi ACV.

-¿Y entonces?

-Las chicas me querían a mí; las novias son especiales. Los diseñadores estamos en los días más importantes de las mujeres y no podía fallarles. Ellas para mí son lo más, las número uno. Me rehabilité por ellas.

-¿Cómo te comunicabas?

-Desde el ipad iba mostrando cosas, hacía ruidos para que me entendieran y así logramos atender a las 30 chicas junto a Thiago, que es de fierro. Hacer alta costura es lo mío, es para lo que me preparé y en lo que trabajo desde hace más de tres décadas.

-Podrías decir que te rehabilitaste por tus clientas...

-Me rehabilité por la fuerza en Dios y por mí. Y claro que tienen que ver las mujeres. Siempre tuve mujeres importantes a mi alrededor. Mi mamá era increíble. Cuando hacía su tratamiento de rayos, me seguía ayudando con las pruebas de ropa. Era única. Me dio fuerza desde donde está, me inspiró. Me hizo decirme a mí mismo: “Voy a volver y ser más fuerte”. Volví porque quiero acompañar a las mujeres en el día más importante de su vida, que es cuando se casan, o acompañar a las que se les casan los hijos. Todas han sido tan amorosas conmigo. Han rezado por mí, me han mandado estampitas, rosarios, cartas, algo único.

-Hoy te veo muy bien, incluso ya estás hablando perfecto. ¿Cómo avanzó el proceso de recuperación?

-Con confianza, fui venciendo las trabas. Día a día, minuto a minuto. Un día moví un dedo, al otro día dos más y así hasta llegar a mover las manos. Aún hoy me siguen temblando un poco las manos, pero no me asusto. Las miro y digo: “Esto es vida: me estoy moviendo”. Algún día dejarán de temblar y será como antes. Hablo, camino, estoy. Lo mío fue un milagro, era un vegetal y aca estoy.

-Vivís repartido entre Buenos Aires y Belo Horizonte... Ahora, estás trabajando en otro país, lo que imagino representa un nuevo desafío.

-Sí, y con otro idioma, lo que me obliga a estar más atento y que mi cabeza funcione aún más. Acá, en Brasil, todo es distinto: los diseñadores no son celebrities, no hablan de política ni de economía, sos famoso si vendés ropa, no por ser un personaje mediático. Cuando te saludan, te dicen: “Ve con Dios”, no importa la religión que profeses, es un deseo para que el otro esté bien. En Buenos Aires hace mucho que dejé de sentir esa buena onda, esa energía. Hoy la moda pasa por ahí, hay que ser empático y solidario.

-A pesar de esta sensación que sentís, después del ACV te animaste a abrir un gran local en Buenos Aires.

-Sí, nos ibamos a ir a vivir a Ecuador con Thiago, pero empezó la pandemia, no había vacuna, así que dejamos ese proyecto en stand by y abrimos un local grande frente al hotel Park Hyatt, donde tenemos la boutique y la oficina de alta costura para las entrevistas. Nos dividimos entre este espacio y el showroom que tenemos en Brasil con la marca Adot Azevedo. Allá, además de nuestra ropa, vendemos marcas argentinas como Mila Kartei y algunas más. Estamos arrancando.

-Imagino que el showroom es todo un desafío...

-La idea fue de Thiago y está funcionando. Su familia es de acá y desde hace 20 años que vengo a esta ciudad, conozco cómo se maneja la industria textil. En Belo Horizonte encontré una familia nueva, la de mi socio que me adoptó como un hijo más. Además ,tenemos seis empleados que nos bendicen todos los días por el trabajo.

-¿Cómo describirías tu vida allá?

-Acá vivo en una ciudad con un ritmo intenso en la moda, como si fuera Milán: trabajás muchas horas, no es joda. Además, hay políticas de moda; se protege a los diseñadores, tanto desde los planes de Gobierno como desde las entidades privadas. No es posible ser una gran marca internacional desde Buenos Aires. Pero desde Brasil puedo programar, tener un plan, puedo respirar el futuro. Si compro una máquina, llega en seis meses, no en seis años. Mi vida hoy es la de un diseñador internacional que vende en Rusia, Estados Unidos y Europa.

-“Laurencio global”, en una palabra.

-Es que mi cabeza ahora se enfoca en eso. Hasta que todo vuelva a organizarse en nuestro país. Ahí nadie nos defiende de nada, no hay ningún tipo de apoyo. Sólo son críticas y todavía se habla de si copiás o no. El mundo pasa por otro lado.

-¿Tenés amigos en la moda?

-Sí, mis amigos son Fabian Zitta y Adrián Brown, que además son médicos. Y hace poco descubrí a Gabriel Lage, que es un señor. Siempre está preguntándome cómo estoy. A las otras personas del medio, las perdí. Nosotros somos de una generación que piensa que no hay que decir lo que uno piensa. Hicimos todo a pulmón, tenemos ese romanticismo del llegar. Y hoy no existe la meritocracia.

-Sos más selectivo entonces...

-Por el ACV dejé de lado la frivolidad. Sólo importa estar con el afecto verdadero y estar cerca de esas mujeres a las que les diseño sus sueños.

La moda post pandemia

El tema del momento en el mundo de los diseñadores es: ¿cómo sigue la moda después del Covid-19? Adot habla de un “nuevo orden” y se explaya: “Las cartas se volvieron a tirar y se ordena distinto. Hay más empatía con la gente. Cambia la alta costura: ya no se trata de ser estrafalario, sino de hacer lo que se necesita. Eso lo muestran desde Valentino hasta Zara”.

Cuando trata de imaginar la salida de estos dos años de encierro, miedo al contagio y pérdida de contacto humano directo, Adot piensa en que debería haber lugar para disfrutar:

“Cuando estoy con mis clientas en Buenos Aires , me dicen que quieren verse lindas para celebrar. ¿Celebrar qué? Bueno, estar vivos hoy es un motivo para festejar. El Covid no es joda, perdí mucha gente por este maldito virus. Hoy, el trabajo del diseñador no es pararse delante de una mujer sino al lado o detrás, para acompañarla. Cambiaron las prioridades y desaparecen los egos”.

-¿Cómo proyectás tu propio futuro?

-Cambié el eje. Además de seguir estando en Buenos Aires, quiero vender en Brasil y pasar un tiempo del año también en Ecuador cuando toda esta pandemia pase un poco.

-¿Y cómo te ves en ese futuro?

-Quiero ser un empresario latinoamericano de la moda. Eso significa dar trabajo a mucha gente, desde diseñadores a modistas y estilistas como maquilladores o peinadores que participan en las campañas, los desfiles y los lookbooks.

-¿Otros proyectos?

-Seguir trabajando en proyectos solidarios en los que me involucro y que no muestro públicamente. Tengo espalda para lograr todo: el amor de mi pareja y una familia en Brasil. Y un socio maravilloso. Los dos somos Adot Azevedo. Superé un ACV. Es hora de barajar y dar de nuevo. Convertí lo malo que me pasó en resiliencia. Y hacia allá vamos.

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