EspíaLos maxivestidos suprarreciclados de este gran talento de Florida del Sur son ya el look veraniego más codiciado en Instagram. Date prisa si tú también quieres el tuyo
Por Julia Hobbs
“Cuando te crías en Florida, la moda no importa mucho que se diga”, suelta con fina ironía la diseñadora Taylor Dorry, de 33 años, a través de videollamada desde su casa estudio. De fondo, en su pantalla de Zoom, veo un burro cargado de vestido baby-doll únicos en su especie, cada uno de ellos confeccionado meticulosamente a mano a partir de textiles de hogar recuperados e ideales para vestir a las princesas inconformistas de hoy. Nacida y criada en la costa de Hollywood (en Florida, no en California), la historia que hay detrás de la marca homónima de Dorry cumple con todos los requisitos de un cuento de película. Sus diseños, procedentes enteramente del upcycling –y a punto de dar el zambombazo en redes sociales–, estuvieron cerca de no existir siquiera.
Durante años, ocultó su pasión por la moda y se decantó por las ciencias políticas mientras iba amasando secretamente una extraordinaria colección de ropa vintage. “Tenía unas prendas increíbles con las que me sentía muy cómoda”, cuenta Dorry, recolocándose sus enormes gafas de aviador. Sin embargo, sus días en la sombra estaban contados (hoy lleva una de sus prendas de cabecera, “una colcha usada de un hotel que convertí en un top babydoll holgado”, superpuesto a una camiseta de una banda metalera). No tardó mucho en mudarse a Miami para trabajar como asistente de estilismo, segunda ocupación con la que cosechó gran éxito gracias a su buen ojo para el vintage más arrebatador.
“Me enganchaba lo especial que te sientes cuando te pones esas prendas y pasé de buscar artículos para los editoriales de moda a venderlos yo misma. Las piezas que más me gustan son las que me despiertan la nostalgia de tal manera que me transportan a cuando era pequeña y me probaba la ropa de mi madre”, nos cuenta.
Tal estética devino en planes de negocio que la llevaron a apuntarse un curso de diseño de moda. “Seguía imaginándome a una niña, en plan con las zapatillas hechas polvo y nudos en pelo, probándose los vestidos de lentejuelas y mangas abullonadas de los 80 que llevaba su madre y sintiéndose súper especial. Esa era la clave, quería recrear esa feminidad infantil que perdemos según vamos haciéndonos mayores”, añade Dorry. “Desde el primer día de colegio, ya sabía exactamente lo que quería aprender. ‘Oye, ¿cuándo llegamos a las mangas abullonadas? ¿Y cómo se hace este vestido, es el ancho por cinco?’”, ríe (el humor seco, sequísimo, que se gasta en la cuenta de IG de la marca es, por cierto, otro de sus puntos fuertes comerciales).
Llegado mayo de 2020, la diseñadora abrió su tienda virtual y lanzó su empresa de una sola persona. Hoy por hoy, lo hace todo ella sola. “Como todo es reciclado, la mayoría del tiempo se me va en las tiendas de segunda mano y de liquidación, en busca de los tejidos que mejor fusionen”.
Poco después, sus siluetas globo despegaron en redes sociales: la actriz Zaina Miuccia fue de las primeras adeptas, dejándose ver por las calles de Nueva York con el impactante vestido ‘Sophia’ de Dorry, combinado con unas chanclas acolchadas de color rosa (la artista Chloe Wise, la música Lou Doillon, la fotógrafa Bella Newman y la modelo Fiffany Luu son otras de sus fans).
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Quede constancia de que Dorry nunca hace las cosas a medias. El babydoll Sophia lleva casi cinco metros de tejido vintage. Otra pieza destacada de la colección es el vestido acampanado Lola, cuyo bajo de volantes ya solo requiere más de cinco metros de tela (y que, como el anterior, está ahora mismo agotado). “Solo hoy me han preguntado por mi vestido unas 8.000 personas”, escribió Miuccia en Instagram. “Me encanta lo especial que te sientes con ellos. Todo el mundo te mira, pero en el buen sentido”, recalca la diseñadora, música para los oídos de cualquiera que esté pensando ya en salir vestida para epatar del agujero negro de aislamiento social que vivimos en 2020.
En cuanto a la escala que desea para su negocio, Dorry cuida de que su provisión de telas vintage respete las necesidades del resto de demandantes de artículos de segunda mano. “Cuando voy a tiendas de segunda mano, no se me ocurre arrasar con todo el pasillo de sábanas o de cortinas a 3 dólares. Me impongo límites estrictos con cada tienda. Además, no compro tejidos que tengan menos de 20 años”.
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También está detrás de lanzar su primera colección cápsula para finales de 2021, cuando acompañará sus piezas únicas suprarrecicladas de una línea de ropa sostenible y orgánica. Promete traernos vestidos ligeramente más ajustados y un mono retro al estilo de Laura Ashley.
Pero hay otra referencia clave que impregna poderosamente su estilo. ¿No será que la modernidad imperturbable de Taylor Dorry también defiende la cara cultural menos conocida de Florida, filtrada a través de los ojos de una nueva generación? Dorry lo confirma. “No siempre he estado orgullosa de haber nacido y crecido en Florida, porque todo allí va un poco a su bola. Cuanto mayor me hago, más me doy cuenta de que Florida es guay por derecho propio; los temas marinos y el look playero pueden interpretarse de otra manera. Eso es lo que soy, y no pienso renegar de ello”.
En el estudio de Romualda
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Por María JoséPérez Méndez
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