La diseñadora holandesa, para la que “futurista” y “high tech” son términos muy limitados, es reconocida por haber catapultado la impresión 3D hasta la Cámara Sindical de la Alta Costura. Que la tecnología se haya hecho un hueco en el reino de lo manual abre un mundo de posibilidades para la industria. Y los materiales lo multiplican exponencialmente. Sobre todo, si tenemos en cuenta que es uno de los sectores que más rápido está creciendo. En los tejidos ucpcycling ha encontrado Marine Serre, por ejemplo, otra manera de reafirmar su estética retrofuturista.
En los años 60 la ropa hecha de papel, de usar y tirar, era el súmum de la vida moderna (total, ¿quién se iba a preocupar de poner una colada en el espacio?) pero actualmente, esa actitud se encuentra en las antípodas. Es en la concienciación y en la sostenibilidad donde se ha encontrado un filón para avanzar, ya sean los cohetes reciclados de Elon Musk o un tejido que consume menos en su proceso de tratamiento, dura más y además es biodegradable. Por supuesto, nadie tiene una bola del futuro. Pero resulta bastante lógico escuchar con especial atención a personas que llevan años desafiando los límites. Cuando Iris Van Herpen hablaba de sus inquietudes más allá de la impresión 3D, hacía hincapié precisamente en los materiales: “No sé si será más tarde o más temprano, pero creo que crecerán en el futuro, para todo, para el uso diario, la arquitectura y la moda. Aborda todo el concepto de desperdicio, por lo que muchas empresas están comenzando a desarrollar materiales que se pueden cultivar, y tengo curiosidad por ver a dónde irá”, adelantaba a System magazine en 2018. Elaborados a partir de bacterias, esos textiles que se cultivan podrían ser precisamente uno de los milagros sostenibles.
La colección de Alta Costura primavera 2021 de Van Herpen es un ejemplo más del equilibrio que se puede conseguir: la diseñadora hacolaborado con Parley for the Oceans empleando un textil plástico hecho a partir de escombros marinos reciclados, y también ha trabajado con un artista que cultivaba patrones de encaje de madera. “Estamos en un momento en el que la calidad [entre la seda orgánica y el poliéster reciclado] es completamente igual. Ahora es una cuestión de decisión, no de elegir calidad”, confesaba a Vogue.com al respecto de su última propuesta.